Cuando
veo a Esperanza Aguirre en la televisión pidiendo disculpas por haber confiado
en tanto mangante, no puedo evitar acordarme de cuando llamaba a los del 15M
perroflautas. Siempre me ha parecido que el respeto hacia los demás es básico,
no ya solo por educación, sino también por sensibilidad. Sobre todo porque si
nos llamamos demócratas, deberíamos respetar otras opciones, otras demandas.
Yo,
en aquella época, veía a los que se habían reunido en la Puerta del Sol los
primeros días, leía los carteles que pedían justicia para los que se estaban
llevando el dinero crudo, pedían que no figuraran en las listas electorales de
los partidos mayoritarios. Pedían cosas tan lógicas y justas que me alegré. Pensaba
que algo se estaba moviendo en la sociedad, que por fin alguien salía a la
calle a pedir que se acabara con tanto desenfreno. Pero los políticos y doña
Esperanza se fijaban en los ropajes, en la calaña
de esos jóvenes y no tan jóvenes,
hartos de no ver futuro y sí impunidad. Una justicia amordazada, un Banco de
España amordazado, una administración amordazada. Una auténtica dictadura
política. Sin solución sin posibilidad de cambio, porque el cambio eran los
mismos. No había opción. Los ERES, Gurtel, Brugal… Luego, pues eso, que se fue
desvirtuando el movimiento 15M, que fueron apareciendo los antisistemas para
liarla. Y aquellos tuvieron que dejar sus reivindicaciones y la fuerza de la
razón para volver a su precaria vida de jóvenes sin empleo o emigrar a otros
paises.
Los
perroflautas y los yayoflautas recogieron sus bártulos y sus esperanza,
apagaron las luces del futuro y se marcharon. La Puerta del Sol volvió a ser un
lugar de transito y monigotes deambulantes. “Si están organizados por un líder,
se mantendrán, y si es un movimiento espontaneo caerán”, me decían. Los fui
viendo caer y sentí pena e impotencia. Porque sus reivindicaciones eran tan legitimas
como ellos desamparados. Ser yayoflauta es muy triste porque significa que
estás desamparado y además eres mayor. Qué expresión más indigna, qué forma de
menospreciar a los ciudadanos. Esperanza reía su desesperanza, su movimiento
reivindicativo. Todo volvió al mangoneo desenfrenado. Han pasado años y he
descubierto que ese movimiento ha sido recogido por alguien: Podemos. “Podemos”
es el demonio, “Podemos” es bolivariano, iraní, etarra. “Podemos” son sobre
todo aquellos cansados de tanto desenfreno que han regresado, que dicen algo
tan legitimo como que van a auditar las cuentas. Qué miedo. Que va a acabar con
las suculentas pensiones para toda la vida de los políticos, con el
despilfarro, con los aforamientos, con la impunidad, con la avaricia de los
bancos, de sus consejeros. Y ahora todos se rasgan las vestiduras. “Te van a
quitar el apartamento de la playa, te van a quitar tu cuenta corriente, te van
a quitar…,” me dicen. Quizá sí, quizá acabemos como Venezuela, quizá sea el fin
del mundo. Pero puestos a que me quiten, prefiero que mis ahorros sean para
aquellos cuyos derechos fueron vendidos a fondos buitres, que no pueden
calentarse porque no tienen dinero para pagar la factura de la luz, que para
aquellos que lo utilizaron para construir aeropuertos sin aviones, farolas sin
sentido, recalificaciones fraudulentas.
No sé quienes son, ni sé si es una locura que
lleguen a alcanzar el poder, pero lo que sí sé es que es una locura que permanezcan
en él los que están y estuvieron
2 comentarios:
Cuánta razón tienes, y de nuevo, que bien lo explicas. Es posible que cuando lleguen al poder cambien la pana por la alpaca, pero de momento traen un cierto aire renovado y cuando "algo huele a podrido" abrir ventanas es una buena medida, ya veremos después cómo se cocinan esas ideas, pero por lo pronto los otros, los instalados "se lo harán mirar".
Ojala se lo hagan mirar de una vez, porque no dan pie con bola.
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