jueves, 24 de septiembre de 2015

ME HE QUEDADO CON TU CARA





A mí todo este lío de que les robamos a los catalanes me tiene la mar de preocupada. Y lo más gordo es que un poco les comprendo, porque si a mí me estuvieran diciendo día y noche que alguien me roba, se me pondría un humor de perros. Y si además, a estas alturas,  me vinieran con que los Pujol y algunos más de Convergencia se quedaban con un tres por cien de lo que se construía en Cataluña, con el dinero de los catalanes y sin que nadie moviese un dedo por evitarlo, ya es que la montaba.

Resulta que Maragall denunció en febrero de 2005 que el problema era el tres por ciento. No se volvió a repetir. Fue como un aquí no ha pasado nada. Ni los periodistas, tan empecinados ellos en sacarnos hasta la saciedad lo que les interesa, hicieron mención al respecto.  Una nube pasajera que se diluyó como tormenta de verano. Y no pasó nada porque lo permitieron todos, desde los jueces hasta los dirigentes del momento. La oposición ni se despeinó con semejante denuncia. Solo ellos sabrán los tejemanejes que se traían entre manos. Dejaban que los políticos trincaran a cambio de llevar a las masas atadas cortas respecto a la independencia.

Ocurrió como ocurre en esos países bananeros en los que da repelús dar donativos, por si se lo quedan los dirigentes y su sequito de corruptos, y así se comportó mi país, mis políticos, mis periodistas, la ley que nos amparaba, la justicia que debía poner orden y ejecutar, los auditores, los catalanes y el resto de España.

¿De qué nos asustamos ahora? ¿De que la han liado parda porque querían más? ¿Qué esperaban? Ha ocurrido por silbar y mirar hacia otro lado cuando lo que nos estábamos jugando era la paz y la convivencia pacífica.

 A ver ahora cómo se resuelve la enemistad que se ha creado entre los propios catalanes. Ellos saben la patata caliente que tienen encima. No me gustaría vivir allí en estos momentos, sea de un bando o de otro. Pobrecitos los que pierdan, pobrecitos los que ganen.

“Esa chaqueta mañana será mía”, le dijo un carcelero a un chico de 18 años el día anterior a fusilarlo. Ocurrió durante la guerra civil española. Eran compañeros de colegio. Eso es el odio, eso es un país dividido. Cuando se desencadena, el rencor es incontrolable.

“Me he quedado con tu cara, compañero”.

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