A mí todo este lío de que les robamos a los catalanes me
tiene la mar de preocupada.
Y lo más gordo es que un poco les comprendo, porque si a mí me estuvieran
diciendo día y noche que alguien me roba, se me pondría un humor de perros. Y si
además, a estas alturas, me vinieran con
que los Pujol y algunos más de Convergencia se quedaban con un tres por cien de
lo que se construía en Cataluña, con el dinero de los catalanes y sin que nadie
moviese un dedo por evitarlo, ya es que la montaba.
Resulta que Maragall denunció en febrero de 2005 que el
problema era el tres por ciento. No
se volvió a repetir. Fue como un aquí no ha pasado nada. Ni los periodistas,
tan empecinados ellos en sacarnos hasta la saciedad lo que les interesa,
hicieron mención al respecto. Una nube
pasajera que se diluyó como tormenta de verano. Y no pasó nada porque lo
permitieron todos, desde los jueces hasta los dirigentes del momento. La
oposición ni se despeinó con semejante denuncia. Solo ellos sabrán los
tejemanejes que se traían entre manos. Dejaban que los políticos trincaran a cambio de llevar a las masas
atadas cortas respecto a la independencia.
Ocurrió como ocurre en esos países bananeros en los que da repelús dar donativos, por si se lo
quedan los dirigentes y su sequito de corruptos, y así se comportó mi país, mis
políticos, mis periodistas, la ley que nos amparaba, la justicia que debía
poner orden y ejecutar, los auditores, los catalanes y el resto de España.
¿De qué nos asustamos ahora? ¿De que la han liado parda
porque querían más? ¿Qué esperaban? Ha ocurrido por silbar y mirar hacia otro
lado cuando lo que nos estábamos jugando era la paz y la convivencia pacífica.
A ver ahora cómo se
resuelve la enemistad que se ha creado entre los propios catalanes. Ellos saben
la patata caliente que tienen encima. No me gustaría vivir allí en estos
momentos, sea de un bando o de otro. Pobrecitos los que pierdan, pobrecitos los
que ganen.
“Esa chaqueta mañana será mía”, le dijo un carcelero a un
chico de 18 años el día anterior a fusilarlo. Ocurrió durante la guerra civil
española. Eran compañeros de colegio. Eso es el odio, eso es un país dividido.
Cuando se desencadena, el rencor es incontrolable.
“Me he quedado con tu cara, compañero”.
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