La medicina ha debido cambiar mucho
últimamente. Quiero decir, que si un médico va en coche y presencia un
accidente, no se debe detener a socorrer a las víctimas si no son de su
especialidad. “Se consideraría intrusismo”. De eso me enteré el otro día, en el
ambulatorio para desplazados. Me lo contó una señora parlanchina que esperaba
ser atendida. “No puede ser”, le dije incrédula “Existe el deber de auxilio”. “Nos
pasó a mi marido y a mí. Vimos un accidente, le propuse que se detuviese para
ver si había heridos y dijo que ya había gente para atenderle y que no era de
su competencia". Por lo que se ve el hombre es urólogo y pensaba que el problema
de los accidentados no debía rondar esos derroteros por lo que aceleró y se
metió en la autopista de la playa tan campante.
Recordé entonces que mi hermano, también
médico, cuidados intensivos, para más datos, siempre me decía que lo peor que
te puede pasar en la calle es tener un percance sanitario, un jamacuco, vamos. Según él, salen de
todos los rincones, caminos, callejones y portales los más tontos a dar su
opinión sobre lo que se le debe hacer al enfermo. Lo primero que hacen es concentrarse
a su alrededor para quitarle el aire, y ya más tranquilos, dar opiniones contradictorias
y absurdas. Como mi hermano no era urólogo, debía tener capacitación suficiente
para intentar ayudar al lesionado y lo hizo. “Si llegan a hacerle lo que proponían
lo desnucan y se lo cargan ahí mismo, sin bendiciones apostólicas ni nada por
estilo”, me explicó dejándome un ligero regustillo a precariedad.
Entonces, me refiero a hace algunos
años, si decías que eras médico y tratabas de ayudar, la gente se hacía a un
lado y cumplía a rajatabla las ordenes que el facultativo tuviera a bien
ordenar. De esa forma el enfermo salía mejor, o por lo menos, no rematado.
Ahora, por lo que se ve, las
competencias están muy definidas, y si te caes redonda en la puerta de un
Hospital General de la Seguridad Social, pongo por caso, y no pilla una furgoneta
del Samur a mano, no puede atenderte nadie hasta que esta no llega. Y si tarda,
pues el abanico de médicos y médicas, enfermeros y enfermeras que pasan por su lado,
se limitan a hacer una porra a ver si
aguantará el enfermo o no. Eso, por lo menos, fue lo que me estaba contando la
señora parlanchina en el ambulatorio cuando se abrió una puerta y un médico
empezó a nombrar a paciente, que se debían haber echado la siesta y
no estaban para acudir a consulta. Cuando llevaba siete nombrados sin que nadie
diese razón, se dirigió a nosotras y se quejó de la falta de seriedad de los
pacientes. Como nosotras, además de pacientes, llevábamos más de tres cuartos
de hora esperando a que nuestro facultativo asignado se dignara a aparecer por
la consulta, nos prestamos gustosas a
llenar su vacío, pero dijo que no, que cada uno con lo suyo. Le explicamos que llevábamos
mucho tiempo esperando y que no teníamos inconveniente en hacer un cambio de
parejas sanitario y subrepticio. Al fin y al cabo no conocíamos a ninguno de los
dos ya que pertenecíamos al ambulatorio de desplazados, que quizá no es el
mismo que el de cojos o el de foráneos. Pero
le salió la vena corporativa y nos dijo indignado que ellos también tienen
derecho a veinte minutos de asueto.
“Si todavía no ha llegado, ¿cómo
va a necesitar asueto?" pregunté imbuida por mi corporativismo de paciente
cabreada. “Lo siento”, dijo, y se metió en su despacho a barruntar la falta de
responsabilidad de los enfermos.
Los teléfonos sonaban sin parar
pero las chicas de recepción no los cogían. ¿Serán los pacientes del médico
indignado?, pregunté. ¿Por qué no cogen el teléfono? Sí, sí que lo cogemos”
dijeron, y continuaron a lo suyo y sin descolgar.
Por fin llegó nuestro asignado,
una hora más tarde y sin darnos ninguna explicación, se metió en el despacho a
llamar por el móvil con la puerta abierta, que ya ni de eso se cubría, le
echó otros quince minutos a un familiar parloteo y quizá también al Candy Crush.
¿Serán también normas que impone el protocolo sanitario?
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