domingo, 14 de agosto de 2016

LAS ADICCIONES SON CUESTIÓN DE EDAD


 

                                              

 

 

 

 

Tengo un vecino en la playa, es de Guadalajara y año tras año lo reencuentro en el ascensor el día uno de agosto. Tiene un cierto aire equino, pero eso no importa porque es un anciano culto y enormemente educado. Al abrirse las puertas sonríe suavemente, eleva su mano derecha, se quita la gorra de Asisa, y dice ceremonioso: “Celebro”.

El año pasado me dijo que no sabía cuánto tiempo iba a permanecer en la playa porque su suegra estaba muy mal y esperaban el óbito de un momento a otro. El óbito ni se produjo ni se espera en breve, a pesar de sus más de cien años.

Este verano las cosas ya no son iguales. Han cambiado los ascensores y nos han instalado una pequeña pantalla de TV que tras una musiquita suave e insinuante no deja de dar información incoherente, supongo que  para mitigar el calor, las conversaciones absurdas,  y el aburrimiento del ascenso y el descenso. Como ambos vivimos en el piso veinticinco, nos hemos hecho adictos a la información periférica que nos muestra la pantalla, igual que otros se han hecho a cazar Pokemóns (es cuestión de edad).

 La pequeña TV no solo nos informa de que Los caballos corren 40 km por hora y podrían llegar a correr 80, sino que explica con todo lujo de detalles cuántos huevos ponen las mariquitas, en qué año Rommel fue nombrado director de la Gestapo, que nacen un 50% menos de leones que antes, y hasta intercala máximas profundas para evitar que nos trivialicemos mientras subimos de la playa. Dice que la vida sino es para darla por los demás, no merece la pena ser vivida. Observo a mi vecino por el rabillo del ojo y veo como se le desprende una lágrima. Supongo que estará pensando en su suegra que no da la vida ni a los cien años. Le preguntó por el óbito para desdramatizar un poco, pero no responde porque está muy interesado en la nueva información. “Mira, qué casualidad”, me dice ilusionado. “Tal día como hoy en 1521 el imperio azteca es vencido por los españoles”. Es 14 de agosto y comprendo el calado de la información, por lo que le propongo volver a bajar y subir los veinticinco pisos en honor a nuestros ancestros conquistadores. “Celebro”, me contesta con su sonrisa equina y su gorra ladeada, e iniciamos el descenso.

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