martes, 14 de agosto de 2018

MANTAS BAJO EL SOL

                                               





Leo que una feriante ha dejado planchado “al bueno” de Rufián por haber defendido a los manteros. Ha dicho en redes sociales que para entender a los manteros se debe uno pasar el día tras una manta, bajo un sol tórrido y vender lo que sea para sobrevivir. 
La feriante, mantera legal, le ha respondido que ella se pasa las mismas horas, bajo el mismo sol, vendiendo lo que puede, con la diferencia de que le queda menos porque paga impuestos y cuotas a la seguridad social. Menuda pringada. La verdad es que el asunto es de Perogrullo, pero el que no quiere ver no ve, se lo pongas como se los pongas. 
La mayor ilusión de la gente no es impresionarte con su ropa de firma, sus cenas en restaurantes de lujo, sus paseos en yate o su casoplón en la urbanización más cara de la zona, sino contar lo listos que fueron, son y serán, engañando al fisco, a la seguridad social y a todo lo que se mueve. Da, como tono. Supone tal signo de distinción, empaque y elegancia, que a mi madre se la llevaban los demonios porque sus amigas tenían dinero negro y ella no. Regresaba de sus partidas de cartas contrita y afrentada, porque no tenía muy claro a lo que se referían, pero sí la forma displicente de mirarla. Me daba pena contarle la verdad; que su pensión estaba controlada, que sus bienes figuraban en los datos del borrador de la Agencia Tributaria porque se declaraban hasta las agujas de hacer punto, y que la Seguridad Social la había pagado mi padre euro tras euro, pero que no se lo contase a nadie porque sus amigas iban a despreciarla y los manteros la iban a llamar fascista, racista, insolidaria y medio pensionista. 
Y es que en este país nos dan pena todos menos los que cumplen con sus obligaciones, los consideramos unos tontos y muertos de hambre. Si ellos saben escaquearse y tú no es porque no tienes sus agallas empresariales, porque careces de su imbatible coeficiente intelectual para engañar. 
El caso es que mi madre vivió los últimos años sin cumplir su sueño de pirata recalcitrante y, además, teniendo que escuchar lindezas como: prepotente, racistas, facha e insolidaria. Se salvó de que no le okuparan su casa aprovechando cualquier visita al mercado, porque en aquella época los okupas todavía no estaban bien vistos. 
Supongo que murió como lo hacemos todos, en un mar de incertidumbre, porque a pesar de los muchos o pocos años vividos, siempre nos solemos morir de la misma forma; sin haber entendido nada. 
Me parece incomprensible que los defraudadores de turno, esos a los que les sale el dinero hasta por la corbata, tengan escondidos sus bienes en paraísos fiscales. Me parece incomprensible que los políticos tengan prebendas fiscales y pensiones “prebendosas”. Me parece incomprensible que el estado se financie con los memos de siempre. Pero que además de hacer la vista gorda, nos llamen insolidarios porque no estamos de acuerdo con que algunos escondan sus bienes o saquen sus mantas al sol y luego cobren esa pensión tan poco contributiva, la verdad; me enfada, me ofende y me agravia. 

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