Vivir
la época del timo por antonomasia y que te coja ya talludita, tiene sus
ventajas. En primer lugar porque te arriesgas menos y en segundo, porque los
ves venir, aunque no siempre.
Compré
dos entradas en Atrápalo para el teatro y, por si las moscas, pagué un seguro
que me ofrecían, ya que nunca se sabe. El caso es que las moscas hicieron su
aparición y, como la gripe está que
arde, pilló a mi amiga con fiereza. Traté de hacer uso de mi seguro para anularlas,
pero no había modo ni posibilidad de hacerlo. La respuesta en la red era
siempre la misma, que no era su culpa, que a quién Dios se la de, San Pedro se la
bendiga... Traté de llamar por teléfono para ver si me daban razón y esperé, escuche música, interrupciones y
palmaditas en la espalda para que continuara en línea que ya venían, mujer. Y
por fin el clic de colgar. Como soy de resistir, lo intenté hasta en tres
ocasiones. Unos días más tarde recibí un correo la mar de cariñoso de Atrápalo,
interesándose por la función y preguntándome si me había gustado. Les pedí que
me explicaran para qué había pagado yo un seguro. La contestación fue más esotérica
si cabe. Me enviaban un enlace que se supone era la piedra filosofal que daba
respuesta a mi pregunta y a todas las preguntas sobre el universo, porque al abrirlo
la pantalla se quedaba negra como boca de lobo.
Me
dediqué a buscar en “opiniones” la valoración que se hacía de dicha empresa en
las redes. Los ponían, como imaginaba, a caer de un burro, pero la opinión que
más me gustó fue la de los billetes de avión, porque todos hemos sufrido ese
atraco alguna vez. Te muestran el precio de un billete para viajar a un precio
asequible, pongamos 60 euros, pero ese precio solo es si pagas con tarjeta
mastercard. Rellenas mil preguntas, das veinte mil datos, te intentan colar un
seguro, dos maletas facturadas, un coche alquilado y varias ruedas de repuesto.
Tú, que te crees un lince, mantienes la concentración para no caer en el engaño.
Logras continuar el proceso en los sesenta euros, hasta que le das a confirmar.
Y es en ese instante, justo ahí, cuando los sesenta euros se convierten por
arte de birlibirloque en cien o más. Ya no tienes vuelta atrás. Llamas y escuchas
música sin cesar, todos los operadores están ocupados. Según el timado que lo
explicaba en la red, cuando dicen mastercard se refieren a tarjeta ¿Maestra?
que ni sé lo que es ni creo que la tenga nadie. Así que te fastidias con el
importe.
A mí
me recuerda al crucero por el Nilo en el que unos chicos te enviaban mercancía
desde una faluca a precios increíble, y cuando decías que sí, que te la
quedabas, te doblaban el precio, porque según ellos se estaban refiriendo a
euros nubios. En el Nilo te hacía gracia, porque era poca cantidad y los chicos
estaban en malas condiciones, pero que Atrápalo nos engañe con el truco de los
euros nubios, ya es de circo.
Da
pena que la administración no ponga límite a esos desmanes, y como son lentejas,
ha salido un portal que te avisa de las males artes de algunas empresas, se
llama Scamadviser. Lo digo por si a alguien le sirve. Yo por si esa empresa también tiene gestores
ocupados y música de baile, me he encerrado en casa para que no entre ni un
euro nubio más en mi vida.
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