viernes, 15 de abril de 2022

EL REGRESO DE LA AMEBA

 

 

                                               



 

 

 

 

 

 

Últimamente me deprime un poco pertenecer a la raza humana. Es posible que nos estén engañando y las cosas no sean como nos las cuentan, que detrás de la guerra de Ucrania se escondan oscuros proyectos económicos, que los malos sean otros. Todo es posible, pero desde mi perspectiva solo veo a un país invadido por otro; hombres, mujeres y niños masacrados o que han tenido que dejar sus casas para huir. Veo injusticia y degradación. Veo amenazas constantes de una futura guerra mundial. Si nos movemos, morimos todos. Veo países que no quieren que sus ciudadanos pasen frio ni necesidad y si para eso tenemos que desayunarnos con cadáveres amordazados y horrores, pues nos desayunamos. Y me pregunto: si nos amenazan con  enviar armas nucleares, atómicas, químicas y demás maravillosos inventos de la humanidad, ¿lo harán?, que no quepa la menor duda. Unos chechenos secuestraron en el año 2002 a 800 espectadores en un teatro ruso y no hubo negociación: para evitar a que asesinaran a los rehenes tomaron por asalto el teatro. Utilizaron gases tóxicos y fuego cruzado. La operación de rescate costó la vida a un mínimo de 90 rehenes. La cifra de heridos en los hospitales era de 349. Qué limpio resultó aquella solución, que hábil manera de resolver los problemas. 

Supongo que enfrentarse a la barbarie supone alguna incomodidad, supone riesgos, supone perder poder adquisitivo, por supuesto, pero ponerse de perfil ante lo que estamos viendo ¿qué supone? ¿Cobardía quizá? Hay personas que prefieren vivir arrodilladas a morir, otras prefieren morir a vivir arrodillados. En el caso que nos ocupa, somos como los espectadores en un teatro ruso tomado por chechenos, y tal y como se las gastan, sabemos la solución limpia que nos depara el destino. Ya no está en juego arrodillarse o no, sino vivir a cualquier precio. Sobrevivir tanto los invadidos como los calentitos. No sé si Rusia encontrará otro comprador para sus productos, pero la dignidad humana, la solidaridad y el respeto al sufrimiento ajeno, nos obliga a hacer lo que esté en nuestra mano para evitar lo que vemos día a día. No basta con ropas y alimentos, no basta con armas. Hay que detener la masacre al precio que sea. Quizá desaparezca la humanidad con Putin incluido, quizá solo sobreviva él y dos más. Es posible que nos destruyamos y de nuevo una ameba haga su trabajo de ir evolucionando lentamente, que aparezca una nueva forma de vida, quizá mejor, quizá mas merecedora de sobrevivir, quizá tal cual la conocemos. Es posible que el eterno retorno se cumpla y nos volvamos a destruir una y mil veces. Pero si la raza no mejora, si no hay solidaridad ni compasión, es casi mejor que se eche a perder.  

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