miércoles, 9 de noviembre de 2022

MILES GLORIOSUS

 

 


 

 

 

 

Hoy me he acordado de ti, Javier. Ha sido en el metro, al ver un cartel inmenso en el que anunciaban la obra de teatro: “Miles Gloriosus”. No es que te hubiese olvidado, es difícil hacerlo. Hace demasiado poco que te fuiste. Todavía intento llamarte cuando veo algo que nos ilusionaba o nos hacía reír. Demasiado poco para hacerme a la idea de que ya no te tengo y, lo que es peor, que ya no te tendré jamás. Suena demasiado tajante para poder ser digerido.

“Miles Goriosus”, Javier. Lo muchísimo que nos hemos reído con “Golfus de Roma”, la de veces que hemos visto juntos; al saltimbanqui de pega, a ese Pilatos que no puede pronunciar la erre, pero sobre todo, al general, fanfarrón y narcisista: Miles, nuestro Miles. Entraba en el vagón y notaba que la manga de mi chaqueta estaba mojada. No estaba llorando, o por lo menos no como se suele llorar, con quejidos y convulsiones. No, era un llanto silencioso, uno de esos llantos que te desbordan sin que puedas hacer nada para evitarlo, que pasa desapercibido incluso para ti.  Tan solo me caía agua de los ojos como una catarata que no cesa, desbordada. Era una sensación difícil de explicar. Es la pena que se hace hueco para salir cuando menos lo esperas, aunque quieras disimularla. He procurado esconderme tras la mascarilla y las gafas de sol, pero Miles Gloriosus continuaba con sus penachos de romano fanfarrón en los carteles del anuncio, y yo no lo podía soportar.

Dicen que la perdida hay que gestionarla poco a poco, que no se puede huir de ella porque luego es peor. Yo trato de olvidar las tardes que pasamos durante mi infancia y tu adolescencia en el balcón de casa, inventando vidas rocambolescas a los que paseaban por la explanada, desdramatizando las riñas de mamá. Nuestras inspecciones por la casa tratando de mirar con ojos diferentes la vida que nos rodeaba: los desconchones en la alfombra, la bombilla viuda en el trastero, las ranas de papá en el balcón... La intensa búsqueda de canciones de Las hermanas Benitez porque no soportabas que ya no existieran ni en Spotfy. Tu sentido del humor, tu fuerza. Me gustaría contarte que la madre de la guapa está hecha un pincel con noventa años y sin juanetes, las recetas de la “Coca amb tonyina” en inglés, que “Celebro” ha regresado a la playa, y que a “Trigo Limpio” le atacan los peces cuando bucea. Me gustaría contarte tantas, y tantas cosas que me quedaría afónica. Ya no paseo por El Campello porque te veo buscando algún sitio para cenar, ni por la playa de San Juan, ni por ese restaurante nuevo que prometiste ir este verano porque tenía buena pinta. Porque fue de pronto, porque no lo esperábamos, porque así no se debe marchar nadie y mucho menos tú. Con la cantidad de cosas que nos quedaron por contarnos y que todavía nos quedan. 


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