domingo, 10 de marzo de 2024

EXCUSAS

                                              


 

 

 

Lo veo junto al estanque del Retiro. Es un hombre de mediana edad, pelo oscuro y chaleco tirando a beis. Lleve una poblada barba y habla por teléfono mientras pasea, no puedo evitar escucharlo. “Lo siento, pero ahora no puedo, estoy en Móstoles”, dice.

Me alejo sutilmente para que no piense que me meto en su vida. Miro hacia los alrededores para estar segura de dónde me encuentro. Dudo de mi ubicación. Dicen que las alteraciones cognitivas comienzan al no poder situarte en el espacio/ tiempo, al sentirte perdida en medio de la calle, y yo parezco tener una disonancia extemporal y galopante. Trato de salir de Móstoles lo más rápidamente posible. Me dirijo a las puertas del Retiro, subo al primer autobús que se detiene en la parada. Necesito relajarme. Me tambaleo como consecuencia de mi deterioro y acabo sentándome al lado de una señora que practica inglés por el método Duolingo. Le suena el móvil e interrumpe su clase. Habla un momento y le dice a su interlocutor/ra que no puede seguir con la conversación porque está llegando a Segovia y debe apearse. Miro a través de la ventanilla y observo que nos encontramos frente al Corte Inglés de Goya. Ella no se levanta ni solicita parada. Continua con su clase de inglés. De pronto me pregunta: “I am Spaish and you?  Le contesto para no hacerle el feo “I get off at Segovia”.

Me mira con indignación, la pregunta no debía ir dirigida hacia mí y se siente espiada. Me dice que no me meta en su vida, que bastante tiene con aprender inglés, e inmediatamente se levanta para colocarse dos plazas por delante.

Todavía no he acabado de digerir su desabrida actitud cuando se abren las puertas y veo entrar el señor que se paseaba por Móstoles. Decido bajar inmediatamente. Me siento tan poco coherente que pido que me pongan la rampa para inválidos. El conductor y varios pasajeros me increpan por gamberra. Salgo disparada para coger un taxi y regreso a casa confundida. Cierro la puerta al entrar, doy varias vueltas al cerrojo, me asomo a la mirilla y veo un descansillo lleno de ausencias.

 De pronto escucho sonar el teléfono de casa. Estoy asustada  y decido no cogerlo, pero el timbre insiste y, ante la inminencia de encontrarme de pronto en Móstoles o en Segovia, lo cojo. Escucho una voz conocida, pero vete tú a saber si es una simulación de IA o un asesino en serie. Parece ser que ahora hay muchas personas que se meten en tu casa con el aspecto de familiares y te despluman. Le digo que ahora no puedo hablar que estoy a punto de entrar en un túnel sin cobertura. Pero si te estoy llamando al fijo, dice la voz. Cuelgo y me meto en la cama. El teléfono vuelve a sonar, pero no lo cojo. ¿Cómo lo voy acoger si no sé ni siquiera dónde me encuentro?  


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