domingo, 3 de noviembre de 2024
HACERSE MAYOR
Hacerse mayor es un problema, eso dice un ginecólogo en la tele. Según él, por
mucho que una mujer se quite patas de gayo, arrugas, se ponga pómulo y se
atiborre de omega tres, su útero continua el deterioro implacable que dicta la
naturaleza, hasta que deja de ser útil para procrear. Aconseja, el hombre, que
si la mujer ha decidido que en un futuro lejano le gustaría tener hijos, guarde
los óvulos de antes de los treinta y pocos. No es por faltar, dice, pero la
genética es la genética y el útero muy suyo. Todas estas cuestiones, por
ejemplo, no es algo que preocupara a las de nuestra generación. Lo teníamos
claro. Yo a los veintinueve sentía que esto se acababa pronto y que debía
decidirme. Quizá me pasé, es cierto, pero la edad de procrear tiene sus tiempos.
Hoy se habla de que las generaciones venideras serán longevas. Es decir, que si
no la liamos con guerras y desencuentros, podremos vivir muchísimos años y
además jovencísimos. Dice otro experto en geriatría, que lo malo será la falta
de empatía con las nuevas costumbres y formas de actuar de la generaciones
venideras. Me ha dado qué pensar, la verdad. Es cierto, por mucho que me empeño
en comprender a los jóvenes no los alcanzo. Ellos decoran su casa como lo haría
un cirujano o un maxilofacial, pertenecen a la generación de lo virtual. Es otra
cosa. Había pensado regalarle a mi nieto por su santo, un espectáculo virtual en
el que matas alienígenas en Cibeles para salvar a la humanidad. Lo que no sé
todavía es si los alienígenas desbarrados están ya pasados de moda o todavía
tienen tirón. Estoy tan despistada Me llama la atención que los jóvenes declaren
su amor con sortija incluida, en campos de futbol, en lo más hondo del mar,
vestidos de buzos y ante los miembros de curso de buceo. Nuestra generación era
mucho más pudorosa. Ahora todo es para la galería. Te avisan de si van a comer
lentejas o bacalao, de si quieren a su marido lo que no está escrito u odian al
portero de su finca. Lo graban todo, hasta cuando les pilla un huracán en la
autopista. Es como si su vida fuese un espectáculo digno de narrar. Me pregunto
qué harán cuando empiecen a repetirse debido al deterioro cognitivo, si grabarán
tres o más veces todo lo que hacen. Será espeluznante. Los hay que hasta se
graban cometiendo un delito, violando en grupo a un chica, saltándose límites de
velocidad o robando víveres en el súper. No les importa ser detenidos, o morir
por perder la oportunidad de salvarse. Ahora se llama reel, o history y se sube
a Instagram para recibir likes. Me lo ha explicado mi nieta que es la única que
tiene paciencia para darme clases de redes sociales. Siempre había admirado a
los animales porque antes de morir, se retiran de la manada para hacerlo en
solitario. No digo que sean mejores, pero sí más individuales, más respetuosos
con el dolor propio y ajeno. Bueno, en resumen, que no me hace ilusión ser
longeva con un culo inmenso, una cintura de avispa, pestañas postizas y una
nariz respingona para celebrar pre-bodas, bodas, post-bodas y divorcios, con el
dinero de los invitados. Es que la naturaleza es sabia y si se nos quitan las
ganas de hacer tonterías conforme crecemos, será por algo.
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