domingo, 9 de marzo de 2025

GENERO FLUIDO Y LA GUERRA



 

 

 

 

Tengo insomnio. Mi terapeuta dice que le doy demasiadas vueltas a todo y que por eso no duermo. Va a tener razón el hombre. Anoche, por ejemplo, me preguntaba quién fue el primero que se le ocurrió que si te sientes mujer siendo hombre o viceversa, tienes derecho a tener un documento que te identifique como tal. No estoy en contra de la homosexualidad, que quede claro, sino de la identificación con sello y firma para cualquier actividad. Y como el organismo del hombre es más fuerte que el de la mujer, pues las competiciones han dejado de ser igualitarias. Un corredor nefasto entre su genero, puede ser un fuera de serie contra el genero femenino.

Eso en el ágora, en plena época de Pericles, hubiese sido suficiente para dejar a Sócrates en paz y liarse a gorrazos contra los promotores de semejante felonía.

Pero sigo preguntándome: ¿Quién fue el primero?, ¿quién fue el alma mater del genero fluido? ¿Cómo se le ocurrió, y en qué momento de su vida se hallaba? ¿Estaba debajo de un árbol como Isaak Newton o dentro de una bañera como Arquímedes y gritó Eureka? Estas cosas no son baladí, necesitan su cómo, su dónde  su cuándo y su por qué.

No sé si fueron los seguidores de tamaña afirmación los que impulsaron el paradigma y decidieron que cada uno es lo que se siente y punto.

A mi eso no me podría pasar porque paso por muchas fases a lo largo del día, no soy permanente, ves tú, y lo peor es que no me siento rara por eso. Ya nos explicó Proust en sus siete tomos de En Busca del tiempo perdido, que cambiamos de estado de ánimo a cada instante, que si estamos hechos polvo porque nos ha ofendido alguien y encontramos a otro que nos abraza porque hace mucho que no nos ve, pues se nos olvida la afrenta y nos ponemos como unas castañuelas.

 No podría decir cuántas cosas me siento a lo largo de un día; gusano inmundo, vedette del Follie Bergere, Aquiles, Mr Hyde...  Jung habla de las sombras que pululan en nuestro interior, pero de eso a dar identidad pasaporte y reconocimiento a cada una de ellas, va un trecho. Y sobre todo que una cosa es estar de mal humor o feliz y otra muy distinta sentirse hombre y mujer indistintamente, a ratos, de nueve a seis.

Quizá semejante patraña venga bien para una guerra, porque si nos hacemos fluidos y femeninas, no va a la guerra ni el lucero del alba.

Si al final al “máquina” que se le ocurrió, lo van a condecorar.

 

 

 


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