sábado, 25 de mayo de 2013

AMERICANIZADOS








Hemos copiado a los americanos muchas costumbres, algunas estupendas y otras horribles, por ejemplo; la comida grasienta y rápida, las hamburgueserías, los royitos primavera a lo Far West y las gorras con la visera hacia atrás.
Lo más de lo más en una peli romántica americana, es que el chico invite a la chica a cenar llevando a su casa cajitas de cartón repletas de delicias chinas,  que se la coman con palillos,  medio tumbados en el sofá y viendo la tele. Eso sí, muertos de risa por lo traviesos y desenfadados que resultan. Oye, y aciertan, porque la chica es que se  derrite. Vamos que cae en los brazos del chinatawn en cuanto lo ve palillos en ristre.
Lo que más Na njor que fueran ellos los que adoptaran la costumbre de no eslalivarse mutuamente con las botellas y el morreo. rl con la tri me ha gustado siempre es guardar cervezas en la nevera, en la parte más fría,  y  jarras en el congelador para ofrecerlas llenas de escarcha. Su color dorado, su espumita por encima, la justa. Saber tirar la cerveza es un arte como saber escanciar la sidra.
“Vamos a Riaño, que ponen unas cervezas impresionantes” decía mi padre. Y a mí se me hacía la boca agua.
“Niño, no bebas de la botella que eso es una guarrada”, te decía tu madre cuando tenías la tentación de no utilizar vaso y dejar tu saliva desperdigada por las botellas y los tarros.
 El vino se bebía en copa, y daba un empaque que ni te cuento. La tenías en la mano como si fuera un tesoro, y lo balanceabas de acá para allá antes de probar un sorbito, muy, pero que muy ligero. Eso sí era romántico. Puaf, qué bueno estaba y que guapo se iba haciendo tu acompañante conforme dabas progresivos sorbitos.
Pero los americanos son muy prácticos, y no van a perder el tiempo en poner unas copas en el congelador para que la cerveza esté helada, ni sacar una copa redonda y transparente para beber vino, que “luego se te puede romper en el lavavajillas, hombre. Pues si que tienes ganas de complicarte la vida”.
 Y no es que me queje, porque cada uno tiene sus costumbres y dónde fueres haz lo que vieres. Pero lo desesperante es que aquí mismo, al ladito de Riaño, en el barrio de Chamberí, te sirvan las botellas de cervezas en un cubo, para que las abras con la mano o los premolares, y te amorres como si fueras a ver un partido de beisbol con la tripa fuera de la camiseta y la gorra del  revés.
Y lo más triste es que alguna vez me han preguntado cuando me ofrecen cerveza ¿Necesitas vaso?


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