Desde que a las bosnias
las han hecho aforadas, mi desasosiego ha alcanzado niveles peligrosos. Hasta
la fecha me costaba dormir porque cuando menos lo esperaba se me aparecían en
sueños, rodeaban mi cama, y a cámara rápida, muy pegaditas como salen en la
tele, se llevaban el despertador, la almohada, las zapatillas y el último best
seller de 900 páginas. Era una pesadilla de la que me despertaba gritando,
sudorosa y con los pelos de punta. Mi familia se turnaba para decirme que no
era más que un mal sueño, y yo me tomaba un Lexatín.
Sin embargo, y a pesar de
ser una situación incómoda, la podía sobrellevar porque siempre me quedaba cualquier
estación de metro para echar un sueñecito relajado, para quitarme la navaja de
la liga y soñar en paz.
Desde que un juez,
implacable él, les puso una orden de alejamiento del metro, no había lugar más
seguro para reposar mi cabeza. En un banco de la estación de Canal,
correspondencia línea 2, yo era capaz de dormir como un ceporro.
Pero de pronto otro juez
ha decidido que les quita la orden de alejamiento, que van a ser más intocables
que los políticos, y se han quedado libres y como aforadas. Nadie se puede
meter con ellas, pueden deambular por el metro, por Mercadona, o por donde quieran.
Según parece porque de lo contrario sería inconstitucional, o un abuso de
poder, o un “in dubio pro reo” incuestionable. No sé, cualquiera de esas cosas.
No he tenido más remedio que apuntarme a
Karate. Me han hecho jurar que nunca utilizaré lo que aprenda de artes
marciales en contra de mis semejantes porque me convertiré en un arma letal.
“Lo que le vamos a enseñar
es un arma mortífera que no deberá utilizar más que en legitima defensa", me
dice un chino vestido de negro con barba blanca y coleta”.
Y yo le digo que sí, que
juro. Que no me toque más las narices, y que me enseñe a ser arma letal de una
vez.
Se van a enterar los
aforados, las bosnias, los consejeros de los bancos, los indultados por la
gorra, Bárcenas, los corruptos, los que
corrompen, los que pretenden quitarnos los cuatro duros que tenemos ahorrados,
la paga extra, y…
Para mis
compañeros que todavía no acaban de comprender por qué es tan fácil cambiar la
ley para quitar pagas, derechos y sueldos, y tan difícil para luchar contra la
delincuencia y la corrupción.
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