Acabo
de leer que un psicólogo, el doctor Luis Eduardo Barros Esqueloto, lleva años
estudiando la tiranía de tu propia timidez. “Vos tenés un problema y vamos a
ayudarte, prueba la grifoterapia” dice. La grifoterapia tiene un servicio
gratuito que ayuda a perder el miedo a pedir agua del grifo a través del
900828011 en cuyo organismo refuerzan los argumentos para pedir jarra en vez de
botella. Lo primero que hace es darte un curso acelerado para que cuando vayas
a un restaurante pidas agua en jarra. Así, como suena. Nada de agua mineral con
gas o sin gas. Para que ni siquiera te amilanes cuando te digan que solo la
tienen en botellita de cuarto, ni cuando te digan que no disponen de jarra. “Si
eso ocurre, no se debe usted alterar”, hay que decir con voz segura y firme; “O
me trae jarra o botijo, o bebo a morro”. Dice el psicólogo que el agua en Madrid, por
ejemplo, es de primera calidad y nadie te puede obligar a acompañar la comida
con otro tipo de agua, por muy elevados y transparentes que sean los
manantiales de los que proceda.
Y lo
dice tan contento, como si eso fuera la mar de fácil.
Pero,
vamos a ver, señor Escoloto, si bajé el
otro día a devolver un kilo de manzanas pochas y el frutero me sacó los colores
ante la vecindad. “Es más el viaje que ha tenido usted que hacer, que lo que
valen las manzanas”, me dijo con una mala idea tremenda. Menuda vergüenza. Bajé
la cabeza y le expliqué que no era por eso, hombre, qué tontería, que por
mercancía defectuosa no muevo yo ni un pelo. Ha sido que como tenía que bajar
de todas formas porque, mire usted, se me ha olvidado el Ajax pino, pues ya de paso…”
Bueno, le di una serie de explicaciones tremendas. Mis vecinos del cuarto B me
miraron de arriba abajo y se marcharon arrastrando el olor hediendo de los melones
podrido que acababan de comprar, no sin antes murmurar: “Excusatio no petita,
accusatio manifiesta.”
Menos
mal que ahora leo qué el doctor Escoloto me puede enseñar a pedir agua del
grifo en un restaurante sin que se me mueva un solo pelo del moño.
Ya
me estoy imaginando en medio de una sesión de asertividad, “No soy capaz de
pedir agua del grifo en un restaurante y, no solo eso, bajo la basura de la
vecindad para que me perdonen la osadía de devolver manzanas podridas al
frutero …” mientras un montón de gente me abraza y susurra a mi oído: “Te
queremos, Felisa.” “Estamos contigo, Felisa.”
GRACIAS
ESCOLOTO
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