miércoles, 9 de abril de 2014

BEBER A MORRO O CON BOTIJO







Acabo de leer que un psicólogo, el doctor Luis Eduardo Barros Esqueloto, lleva años estudiando la tiranía de tu propia timidez. “Vos tenés un problema y vamos a ayudarte, prueba la grifoterapia” dice. La grifoterapia tiene un servicio gratuito que ayuda a perder el miedo a pedir agua del grifo a través del 900828011 en cuyo organismo refuerzan los argumentos para pedir jarra en vez de botella. Lo primero que hace es darte un curso acelerado para que cuando vayas a un restaurante pidas agua en jarra. Así, como suena. Nada de agua mineral con gas o sin gas. Para que ni siquiera te amilanes cuando te digan que solo la tienen en botellita de cuarto, ni cuando te digan que no disponen de jarra. “Si eso ocurre, no se debe usted alterar”, hay que decir con voz segura y firme; “O me trae jarra o botijo, o bebo a morro”. Dice el psicólogo que el agua en Madrid, por ejemplo, es de primera calidad y nadie te puede obligar a acompañar la comida con otro tipo de agua, por muy elevados y transparentes que sean los manantiales de los que proceda.
Y lo dice tan contento, como si eso fuera la mar de fácil.
Pero, vamos a ver, señor Escoloto,  si bajé el otro día a devolver un kilo de manzanas pochas y el frutero me sacó los colores ante la vecindad. “Es más el viaje que ha tenido usted que hacer, que lo que valen las manzanas”, me dijo con una mala idea tremenda. Menuda vergüenza. Bajé la cabeza y le expliqué que no era por eso, hombre, qué tontería, que por mercancía defectuosa no muevo yo ni un pelo. Ha sido que como tenía que bajar de todas formas porque, mire usted, se me ha olvidado el Ajax pino, pues ya de paso…” Bueno, le di una serie de explicaciones tremendas. Mis vecinos del cuarto B me miraron de arriba abajo y se marcharon arrastrando el olor hediendo de los melones podrido que acababan de comprar, no sin antes murmurar: “Excusatio no petita, accusatio manifiesta.”
Menos mal que ahora leo qué el doctor Escoloto me puede enseñar a pedir agua del grifo en un restaurante sin que se me mueva un solo pelo del moño.
Ya me estoy imaginando en medio de una sesión de asertividad, “No soy capaz de pedir agua del grifo en un restaurante y, no solo eso, bajo la basura de la vecindad para que me perdonen la osadía de devolver manzanas podridas al frutero …” mientras un montón de gente me abraza y susurra a mi oído: “Te queremos, Felisa.” “Estamos contigo, Felisa.”
GRACIAS ESCOLOTO

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