lunes, 9 de marzo de 2015

ESCOLTAS Y VELOCIDAD







Mientras Felisa y yo atravesamos un paso de cebra, se nos echa encima un motorista y nos dice de malos modos que nos apartemos. Inmediatamente se produce el revuelo: suenan sirenas, luces intermitentes iluminan el espacio, policías de paisano y de uniforme deambulan frenéticos. Pitos ensordecedores, coches a velocidades abusivas se aproximan por la Castellana custodiando a una furgoneta que parece llevar dentro a todo el gobierno y parte de la oposición en articulo mortis. Se producen frenazos y un motorista da una patada a las ruedas de un coche que se aparta poco. Es un anciano con pocos reflejos que casi choca contra una farola en plena confusión.
“A lo mejor, como son importantes, deben ir deprisa no sea que hordas de delincuentes les ataquen por la espalda”, le explico a Felisa que se limpia la rodilla llena de polvo al tropezar.
“Si fuera así no subirían en carrozas a los embajadores que van a entregar las cartas credenciales, ni los pasearían con parsimonia y tronío por el centro. Desengáñate, son importantes y empujan.”
Baja la cabeza y admite que siempre deseó ser custodiada por varios coches de policía y tres o cuatro motoristas bien pertrechados. Pero no como detenida sino como personaje trascendente. Quiere ser política para tener protección, una especia de “habeas corpus” pero en versión vial. Su mayor deseo es subirse al coche y que un montón  de guardaespaldas, motoristas, sirenas, luces intermitentes como los que acaban de pasar, la rodeen cual capa de armiño, para poder saltarse semáforos, pasos de cebra, asustar ancianitos renqueantes. Pero, sobre todo, para  poder dejar el coche en medio de la Puerta del Sol, justo debajo del oso y el madroño, y reír a carcajadas frente al prohibido aparcar.  Dice que se va a apuntar a cualquier lista de esos partidos que han salido nuevos para ver si escala puestos, que como necesitan gente, ascenderá pronto.
 “Es la única posibilidad que me queda de cumplir el sueño de atravesar la Castellana cual rayo exterminador.”
Nos sentamos en una cafetería para recuperarnos del sofoco y ella continua con sus reflexiones. Dice que comprende que no quieran dejar el poder, ni el cargo, ni nada de nada. Mira a la pobre Esperanza, que por dejar el coche en medio de la Gran vía la pusieron a caldo. Si es que ha hecho bien en regresar,  por muy importante que sea la empresa en la que le dieron trabajo, es mejor ir custodiada por la policía que perseguida, ¿no crees?  


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