Dieciocho
de marzo, llueve. Ya era hora de que le
pudiese hincar el diente a la presentación de la novela: “Fotos en el
congelador”. No es fácil que te publiquen una novela hoy día y, mucho menos,
que salgan dos a la vez, y de editoriales diferentes. Uno lo lee así, tal y
como lo digo, y piensa, menuda sobrada. Pues no, el motivo es que estos libros
llevaban pululando por editoriales que estaban en fase de extinción una buena
temporadita, sufriendo la misma crisis que el resto de ciudadanos. De pronto,
porque la vida es así, ¡Vuela, Iván! ilusiona a la editorial Narval y se compromete
a sacarlo para la feria de el libro del 2014, pero se atrasa. “Que no, que
necesitamos más tiempo, un ilustrador, por ejemplo, que ya veremos.” Y yo
pensando que de nuevo se volverá a pudrir mi novela en un recóndito cajón lleno
de telarañas.
De
pronto, como si te sacaran un conejo de
la chistera, “Fotos en el congelador”, novela de adultos, se queda finalista en
el Premio iberoamericano. Dos por uno.
Dicho
esto, justifico mi tardanza en contar la presentación de Fotos en el congelador,
por viajes para promocionar “Vuela, Iván”.
“Fotos en el congelador” me la presentó Luis
de Luis Otero y Cristina Cerrada. Se lo debía a las dos. Dos personas
entrañables en mi trayectoria literaria; Cristina porque creyó en mí desde el
primer momento, porque me jaleó para que desoyera a aquellos que me pedían
dejar de ser yo. “No sé a dónde te diriges, pero estoy segura de que llegarás a
buen puerto”, me decía cuando le explicaba el proyecto de “Sujetos pasivos”.
Nunca se me hubiera ocurrido llevar esa novela a una editorial si no hubiera
sido por ella, la que nunca sabe a dónde me dirijo pero que está segura de que
voy a llegar. Empezamos juntas esta difícil trayectoria literaria y espero que
juntas continuemos mientras tengamos fuerzas para seguir escribiendo. Nos hemos
hundido y levantado tantas veces... Ahora yo logro sacar “Fotos en el
congelador” y ella se queda finalista del premio prestigiosísimo de cuentos:
“Ribera del Duero”. Ha ganado muchos premios, pero éste es importante para
ella. Cruzo los dedos. Se falla el 9 de abril. “Como no te lo den congelamos a
los miembros del jurado”, le digo. Sonríe. “Son cincuenta mil euros”, me
explica. No va a ser fácil. Su ánimo, su
apoyo, y su confianza me dieron alas para volar, y espero que mis deseos le den
alas para ganar.
A
Luis, hace ya mucho tiempo, le pedí que se leyera “Sujetos pasivos” por eso de
que trataba de las vicisitudes de una funcionaria, una subinspectora de Hacienda muy escaldada en su vida privada y laboral. Le pedí que, si de verdad
le gustaba, sacara una reseña en “La Ventana”. La sacó, y desde entonces nunca
me ha faltado su apoyo incondicional. Tanto, que por las fotocopias que me han
enseñado algunos compañeros, ha despertado criticas. Muchas. Que si es que no
hay otra, que si parece que La ventana es de Carmen. Él saca de mi blog los artículos que le
gustan porque yo confío en él, porque sé que nunca publicará nada políticamente
incorrecto. Aunque ya lo estoy conociendo más, es un polemista de la vida. “Me
ponen verde, Carmen”, cuenta mientras preparamos la presentación. No es por ti,
sino por mí, aclara. Acaba de entregarme mi ex compañera de despacho la fotocopia
de la entrevista que me hizo en “La ventana” sobre toda mi obra. Comprendo que
le critiquen, que le digan que si esto o que si lo otro, pero yo me lo hubiera comido a besos, besos de
amistad, de agradecimiento, de compañerismo.
Empieza
la presentación, Luis Rafael, director de la editorial Verbum, hace un resumen
de mi novela y del premio al que optaba, y yo me bebo entera la botellita de
agua que nos han puesto en la librería, luego la de Luis, y posteriormente la
de Cristina. Después me tranquilizo. ¿Qué
me puede pasar si tengo a Cristina a la derecha y a Luis a la izquierda? Aunque,
eso sí, sin una gota de agua. Pierdo el
miedo y, como si estuviera en mi blog, me suelto la melena, disfruto, digo lo
que me apetece y la gente aplaude. No tiene merito porque todos son amigos. Miguel
Matesanz, otro amigo y compañero de la agencia y de literatura infantil/juvenil,
el que me enseñó a empezar las novelas con acción, dispara fotos por doquier.
“Usted
empieza sus novelas con muchísima acción”, me dicen en una entrevista de radio
21. “Menudo castillo”. Pienso en Miguel, con su sonrisa franca y sus miles de
ejemplares vendidos, y contesto. “Es mi costumbre”.
Me
siento como si una manta de mohair me protegiese de las tormentas, los
huracanes, los malos rollos. El vaso está medio lleno, y yo cierro los ojos y
sueño. No importa mi libro, importan ellos, los amigos que han acudido a
arroparme, importan Luis y Cristina, importan los comienzos trepidantes de Miguel,
y el cariño que recibo de todos los asistentes.
Firmo
ejemplares y me voy a tomar unas cañitas
con los rezagados. Siento haberme demorado con las firmas y no poder disfrutar
de las cañas con todos los que estuvieron conmigo. Pero ya es muy tarde, no
queda casi nadie y nos echan de la
librería. Ellos también tienen que descansar.
Gracias
a todos.
2 comentarios:
como siempre te felicito y espero yo también esa cervecita para celebrar tus últimos éxitos. Sé además que te vienen en este momento "como anillo al dedo" pues a veces la vida nos zarandea y se necesita mucha fuerza para seguir en la brecha. Tú lo has conseguido. Nos vemos pronto.
Qué bien lo pasamos en Alicante. Sentí no poder irme de cañitas con vosotras, pero estoy recopilando un vídeo de Pynchon. En cuanto lo tenga te lo mando.
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