Hoy me he enterado por facebook
de que los blogueros literarios sufren lo que no está escrito. Hay un blog que
se titula:“Devoradora de libros” que recibe cientos de cartas de escritores noveles
para que reseñe su obra. La verdad es
que, aún siendo un verdadero incordio, me siento desilusionada de no haber
recibido ningún correo de ese calibre. Claro que mi blog deja mucho que desear.
No sé todavía cómo poner las pestañas sin amontonarlas en la parte superior. También
es verdad que ni recibo cien visitas diarias, ni reseño libros a no ser que
alguno me haya impactado. Pero no se me había ocurrido que las redes echaran
humo de pedigüeños literarios.
Tengo muchos amigos
escritores, algunos con blog, y jamás me han pedido que comentara su obra, ni
han mencionado el hacerlo ellos con la mía. Y es que este mundo literario se está
poniendo al rojo vivo. Antes lo único que te importaba era lograr que una
editorial se interesara por tu manuscrito, que gustara y lograr vender algo.
Que te leyera un desconocido ya
era “la repera”. Todavía recuerdo a mi primer desconocido. Fue el padre de una compañera
de tertulia, que tuvo que imprimir mi manuscrito para que ella lo pudiera leer.
Él lo sacó y se enganchó con la historia. Cuando ella me lo contó, me moría de gusto (disimulé, eso sí). Todavía
llevo a ese hombre en el corazón, aunque no lo conozco.
Ahora ya no importan las
editoriales porque se publica cada uno lo suyo. Jamás he criticado la
autopublicación, y no lo he hecho porque pienso que escribir es algo
fantástico, como dice Enrique Iglesias, una experiencia religiosa. Te ayuda a comprenderte mejor, a
soltar lastre, a disfrutar de momentos irrepetibles, y no exagero si digo que
te ayuda a entrar en trance, como los lamas. Es casi, casi, tan maravillosos
como leer algo bueno. Que alguien te lea y le gustes es un aditivo
extraordinario, pero centrar tu espontaneidad en gustar al precio que sea, es
el mayor error que un escritor puede cometer. Vender tu novela autopublicada y
repartirla entre la gente como si fueran kleenex en un semáforo, es lo peor.
Quizá porque hay dos cosas que para mí son sagradas: la amistad y la
literatura. No perseguiría a un amigo para que comprara mi libro jamás, porque correría
el riesgo de perder algo mucho más grande que una venta: la amistad. Y jamás
escribiría algo para gustar al público, porque perdería lo más importante que
tengo: mi identidad, aquello que anida dentro de mí y me hace diferente al
resto. Un libro escrito para que cumpla las expectativas del mercado es una
mercancía y como mercante merece que se trate al que así actúa.
Libros escritos en serie,
blogueros entregados a la causa, editoriales que buscan ventas y no calidad,
tochos escritos para los que no leen ni saben de lo que estoy hablando.
Mis mejores deseos para los
autores que se autopublican, triunfen o vayan tirando, pero que sean
auténticos. No hay dos seres humanos
iguales y en eso estriba la genialidad, en ahondar en uno mismo tanto
que podamos sacar eso que nos diferencia y al mismo tiempo nos hace tan
similares.
2 comentarios:
Así me lo parece a mí Carmencita: no perder la amistad, ni perder la identidad. Y sería feliz si algún día me leyeras y comentaras con tu sabiduría, mis locas poesías...en tu maravilloso blog, porque al igual que tú, quiero escribir desde dentro, me lean o me lea yo únicamente.
Ya lo haces maravillosamente y sin perder amistades como la mía.
Como nunca te animas a tener tu propio blog, cuando quieras publico una poesía tuya.
Besos
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