domingo, 20 de septiembre de 2015

BLOGUEROS DESESPERADOS


 

 

 

 

 

Hoy me he enterado por facebook de que los blogueros literarios sufren lo que no está escrito. Hay un blog que se titula:“Devoradora de libros” que recibe cientos de cartas de escritores noveles para que reseñe su obra.  La verdad es que, aún siendo un verdadero incordio, me siento desilusionada de no haber recibido ningún correo de ese calibre. Claro que mi blog deja mucho que desear. No sé todavía cómo poner las pestañas sin amontonarlas en la parte superior. También es verdad que ni recibo cien visitas diarias, ni reseño libros a no ser que alguno me haya impactado. Pero no se me había ocurrido que las redes echaran humo de pedigüeños literarios.

Tengo muchos amigos escritores, algunos con blog, y jamás me han pedido que comentara su obra, ni han mencionado el hacerlo ellos con la mía. Y es que este mundo literario se está poniendo al rojo vivo. Antes lo único que te importaba era lograr que una editorial se interesara por tu manuscrito, que gustara y lograr vender algo.

Que te leyera un desconocido ya era “la repera”. Todavía recuerdo a mi primer desconocido. Fue el padre de una compañera de tertulia, que tuvo que imprimir mi manuscrito para que ella lo pudiera leer. Él lo sacó y se enganchó con la historia. Cuando ella me lo contó,  me moría de gusto (disimulé, eso sí). Todavía llevo a ese hombre en el corazón, aunque no lo conozco.

Ahora ya no importan las editoriales porque se publica cada uno lo suyo. Jamás he criticado la autopublicación, y no lo he hecho porque pienso que escribir es algo fantástico, como dice Enrique Iglesias, una experiencia  religiosa. Te ayuda a comprenderte mejor, a soltar lastre, a disfrutar de momentos irrepetibles, y no exagero si digo que te ayuda a entrar en trance, como los lamas. Es casi, casi, tan maravillosos como leer algo bueno. Que alguien te lea y le gustes es un aditivo extraordinario, pero centrar tu espontaneidad en gustar al precio que sea, es el mayor error que un escritor puede cometer. Vender tu novela autopublicada y repartirla entre la gente como si fueran kleenex en un semáforo, es lo peor. Quizá porque hay dos cosas que para mí son sagradas: la amistad y la literatura. No perseguiría a un amigo para que comprara mi libro jamás, porque correría el riesgo de perder algo mucho más grande que una venta: la amistad. Y jamás escribiría algo para gustar al público, porque perdería lo más importante que tengo: mi identidad, aquello que anida dentro de mí y me hace diferente al resto. Un libro escrito para que cumpla las expectativas del mercado es una mercancía y como mercante merece que se trate al que así actúa.

Libros escritos en serie, blogueros entregados a la causa, editoriales que buscan ventas y no calidad, tochos escritos para los que no leen ni saben de lo que estoy hablando.

Mis mejores deseos para los autores que se autopublican, triunfen o vayan tirando, pero que sean auténticos. No hay dos seres humanos  iguales y en eso estriba la genialidad, en ahondar en uno mismo tanto que podamos sacar eso que nos diferencia y al mismo tiempo nos hace tan similares. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Así me lo parece a mí Carmencita: no perder la amistad, ni perder la identidad. Y sería feliz si algún día me leyeras y comentaras con tu sabiduría, mis locas poesías...en tu maravilloso blog, porque al igual que tú, quiero escribir desde dentro, me lean o me lea yo únicamente.

carmen dijo...

Ya lo haces maravillosamente y sin perder amistades como la mía.
Como nunca te animas a tener tu propio blog, cuando quieras publico una poesía tuya.
Besos