Esta mañana he escuchado en la radio que la embajada de
Ecuador ha abierto una cuenta para ayudar
a los damnificados del seísmo, y no he sabido qué hacer.
Lo peor de la corrupción, de la información sesgada, de la
falta de justicia o de la politización de ella, es que hace perder la fe a los
ciudadanos. He imaginado a organizaciones, sociedades tapaderas y demás, quedándose
con el dinero de los donativos, guardándolos en paraísos fiscales. He imaginado
a los niños sin leche, a la población sin vacunas, el hambre y la desolación de
unos seres al lado de otros que llenan sus bolsas sin escrúpulos en Panamá o en
su propia casa.
“Si supieras la cantidad de gente que tiene el dinero escondido
en su casa para que no pillen su procedencia”, me contaba una amiga ayer. Igual
que hace mucho tiempo me contaban cómo se sacaba el dinero a un paraíso fiscal.
Entonces me parecía un buen argumento para la novela que estaba escribiendo. Ahora
sé que era verdad, que nadie luchaba contra ese desvergonzado negocio, porque
se tapaban bocas con dinero. El dinero compra voluntades, compra sicarios,
acaba con la poca decencia de algunos. Y, sobre todo, lo más importante, acaba
con la esperanza y buena voluntad.
Ya no creemos en nadie, por eso, de todos los delitos y
podredumbre que sale diariamente en la prensa, siempre hay uno que se lleva la palma,
y es el que nos hace perder más la esperanza. En este momento y para mí, el más
significativo, ha sido el de Ausbank y Manos limpias, porque utilizan la buena
voluntad de las únicas personas que merecen respeto. Utilizar a una asociación
de esperanza, que dice que va a apoyar a los más débiles para que un delito no
quede impune, y utilizarlo para obtener información y traficar con ella, es tan
denigrante que demuestra la putrefacción en la que estamos sumidos.
Continua la radio repitiendo el número de cuenta para dirigir
nuestros donativos y yo sigo viendo yates de lujo, periodistas que trafican con
la noticia y la utilizan como moneda de cambio, jueces que dejan transcurrir
los procesos, políticos mentirosos. ¿Tú sabes la cantidad de gente que tiene el
dinero escondido en casa? No, pero empiezo a saber quienes lo tienen en
paraísos fiscales, dónde se esconde el dinero de los que trafican con armas, con
órganos infantiles, con la necesidad de los refugiados, los que pertrechan a los
jihadistas para que siembren el terror. Los que no los buscan y los que no los
condenan. Están entre nosotros, se amenazan entre ellos.
“¿Y tú sabes la cantidad de gente honrada que he conocido,
que tiene que soportar la humillación de los que se creen más listos solo
porque carecen de escrúpulos?”
Qué miedo para algunos poderosos si la masa de ciudadanos
con principios se alzaran a luchar sin líderes que los manipulasen. Qué espanto
si se acabara el efectivo y solo se utilizaran tarjetas, si el comercio se
realizara a través de cuentas bancarias trasparentes y movimientos controlados.
Lo dicho, solo votaré al que consiga implantar una justicia
ágil, con garantías, pero ágil. Y mientras tanto ¿qué hago para ayudar a los que
más lo necesitan y que no se me quede cara de panoli? ¿Se comprarán yates y
aviones privados con nuestras aportaciones? ¿Dónde estamos y hacia donde nos
dirigimos?
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