La
verdad es que, bien pensado, me alegro de que hayan tardado tanto en ponerse de
acuerdo nuestros políticos. Nos pillaron un poco cansados de corrupciones, de
abusos, de falta de consideración y de ataque a los más débiles, sin ninguna
posibilidad de enfrentarse. Nos pilló sin defensas, no nos fiábamos de unos
periodistas que estaban politizados, que no echaban mano de hemerotecas cuando
se nombraba un alto cargo que ya había sido apartado de su cargo anterior por
irregularidades; de jueces que eran capaces de olvidar inscribir en el registro
el embargo de unos bienes, permitiendo así que fuesen vendidos e hipotecados, sin
haber sido, como mínimo, amonestados; de funcionarios que no se enteraban de
nada o preferían no enterarse; de empresarios que compraban viviendas sociales a
los ayuntamientos para echar a los inquilinos necesitados y hacer negocio, sin
responder por ello.
Estábamos
hartos y quisimos el cambio, un cambio de verdad, no la intermitencia de los
mismos intereses, de los mismos engaños. Hoy sabemos qué nos depara el futuro.
Es difícil engañar durante mucho tiempo y ha trascurrido el suficiente. Ahora
sabemos sin fisuras qué vamos a conseguir cuando depositemos nuestro voto, que
van a hacer con él.
Demasiado
tiempo para mantener una careta. Se acabó el engaño. Todos tenemos derecho a
elegir nuestra opción pero con sosiego, y eso es lo que se ha producido en este
tiempo de espera, de idas y venidas, de puestas en escena: el sosiego.
Estamos
preparados para nuevas elecciones. Sabemos lo que va a pasar si gana uno u
otro. Es el momento. Gracias por haber sido tan claros. No hay izquierdas o
derechas, hay ideas puntuales, y esas ideas no se engloban en siglas con la
rotundidad que pretenden hacernos creer, porque no somos siglas, ni nuestras
creencias un todo compacto. No nos gusta que se nos distinga y separe por utilizar
o no el genérico, por unas banderas, por
unas creencias. Queremos ser nosotros mismos, con nuestras opiniones, que unas
veces coinciden con unas ideas y otras veces no tanto, pero a lo que no estamos
dispuestos es a los etiquetados. El problema ahora mismo son las prioridades y en
base a ellas depositaremos nuestro voto.
Lo peliagudo
para nosotros, ahora que lo sabemos todo, es elegir: desmembramiento o
corrupción. Y dentro de corrupción; de los míos o de los otros.
Elija
a su corrupto preferido, a su desmembrador del país, a su anticlerical del alma.
Elija a su defensor de los derechos humanos y, ante todo, descubra a qué
derechos se refieren cuando hablan de “humanos”.
Algunos
no lo tenemos todavía claro, pero ya no iremos engañados a las urnas, y ojalá,
por el bien de todos, haya urnas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario