Hoy
me han enviado un vídeo de recuerdos. Estaba dedicado a los nacidos antes del
año 75. Hablaba de las dos horas (en mi casa tres) que debíamos esperar para
meternos en el agua, evitar un corte de digestión y morir ahogados (nos
proporcionó paciencia). De la cantidad de miembros de una familia que cabían en
un seiscientos (nos proporcionó sentido de grupo). De que montábamos en
bicicleta sin casco y los columpios eran de metal, con esquinas (nos enseñó
el valor curativo de la Mercromina y de los puntos de sutura)… En fin, de cómo
nos fortalecieron nuestro padres. Reconozco que he soltado unas lagrimitas de
nostalgia, pero pronto he recordado otra realidad: la mía. Yo no salí tan
indemne de aquella época. Yo me rompía cosas y me contracturaba viva, viajaba
con mi familia en Vespa de Alicante a
Benidorm (mucho más emocionante si llovía). Hasta una vez me mordió un grillo y
le cogí miedo. Cruzaba de oído mi calle, con lo ojos cerrados … hasta que me
atropelló una bici y encima me castigaron, lo que me hizo perder el sentido de
la justicia. Las inyecciones nos las
ponía la portera porque tenía un hijo practicante, lo que me impulso a
ponérmelas yo misma hasta que casi me dejo coja. Los bolis eran BIC cristal, magníficos,
perdían tinta no sé por dónde y acababas pareciendo una zombi y castigada en el
colegio por "payasa". Me convencieron de que si me frotaba con piedra pómez se me
irían los pelos y evitaría depilarme de mayor. Ahora tengo una porquería de piel
que escuece hasta cuando llueve. Pero es verdad, éramos niños y estábamos para
eso. Hacíamos revalidas aunque ahora vayamos con el Tranxilium a cuestas.
Cogíamos cualquier infección, pero para jugar nos bastaban una caja de zapatos, unas velas y tijeras bien afiladas. Los que hemos sobrevivido nos preguntamos cómo sé tardó tanto en inventar el microondas, si con las velas dentro de la caja de zapatos estábamos a punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario