Continúo indignada con las hojas
de reclamaciones que manejan la mayoría de los comercios. Si algo sale mal, te
envían a su página web, terrible agujero negro dónde envían a los quejicas y
del que nunca se sale. Está hecho de masa compacta y, al igual que los agujeros
negros de las galaxias, curvan el cosmos, en este caso el cerebro. Una vez que
te aproximas a él, las ondas gravitatorias tiran de ti y de tu cordura hasta dejarte
convertida en “la nada”, así que o desistes o sucumbes.
No solo se han dado de alta en
semejante artilugio los comercios, las compañías aéreas y los organismos
oficiales, sino que ha llegado la tendencia hasta los hospitales.
En el fondo lo comprendo, es una
magnifica forma de quitarse a los usuarios de encima. No hay defensa contra ese
laberinto con minotauro incluido, no existe salida, ni hilo de Ariadne que
valga.
Yo, por ejemplo, ingresé en un
hospital para operarme. Como no me dejaban entrar sin el santo y seña a la
consulta, y en recepción decían que no constaba, llamé por teléfono desde el
mismo hospital porque nadie daba razón. Contestó una cinta: “Marque el uno si quiere acudir a una visita, el dos, si a una
consulta, el tres...” “Oiga, que ingreso para operarme” grité inútilmente a la
cinta. “No le he entendido. Si quiere consulta, el dos…”
Puedes llamar a un 902 para
regocijo de la marca y de telefónica. “Que me operan esta tarde, gritarás
ilusionado/a, y es entonces cuando suena la ínclita melodía de “Arrivederci
Roma” en versión original. Después de
haberte mantenido al teléfono media hora y deambular por los pasillos disfrazada de paciente en
“articulo mortis” en busca del quirófano pertinente, continúas sin saber si subirte a la primera
camilla que pase o esperar noticias.
Si te da por ser tranquilo/a y esperar la contestación del dichosos 902 con el orinal
en la mano por si se alarga la espera,
quizá logres que te contesten. En ese crítico momento mantén la calma,
porque si lloras de la emoción por sentirte escuchado lo mismo se corta. La
señorita que te atiende desde Puerto Rico te dirige a la página web correspondiente y
vuelta a empezar.
Mi amiga Lola le explicó a la
operadora que es que ya ve usted, soy muy anciana y no entiendo de ordenadores ni de internet. La verdad es
que Lola tiene 45 años, pero es lo mismo, esas páginas las carga el diablo y
ella necesitaba el calor humano de una voz real. No sirvió para nada, lo único
que consiguió es que le hablasen mucho más alto y más despacio, como si en vez
de mayor hubiese dicho sorda y lela, le dijeron que no tenía más que entrar en
la página de reclamaciones. “Es muy fácil, señora, no desespere” Como el
problema de Lola no era operarse sino reclamar el deterioro de una maleta, se
metió en la web de Iberia. Cuando ya tenía todos los datos consignados y el
número de reclamación que había dado en el aeropuerto, se le colgó la página. Y
es que esas páginas de reclamaciones tienen tendencia a caerse y espachurrarse en
cuanto pides explicaciones.
A mí, en cierta ocasión, no solo
se me colgó la página, sino la totalidad del disco duro. Se ve que la ofensa
mereció mi castigo. En aquella ocasión se trataba de la página web de Mediamark.
Ni iberia, ni Mediamark, ni un hospital sabrán
jamás de nuestros desvelos mientras no haya justicia para el usuario, porque de
la Oficina de Defensa al Consumidor ya hablé en su momento en este blog (para
más información entrada del domingo 24 de julio 2016) aunque de lo desatendidos
que estamos los ciudadanos también he hablado, y mucho.
Está mañana he leído un artículo
del escritor norteamericano Richard Ford en el que decía que si hubiera
observado con detenimiento el deterioro de la sociedad americana y los signos
que se estaban manifestando, hubiera sabido con tiempo el resultado electoral
de su país. Pues tiene razón, la verdad, porque si a mí me viene un candidato y
me dice que va a poner firmes a todas las empresas que utilizan un 902, página
web para reclamar, abusos por doquier,
mano dura y agilidad en la justicia, le voto, aunque lleve el pelo
anaranjado y amenace con copular con todo lo que se mueve.
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