Hoy he presenciado en el Tram, tranvía que une Alicante con El Campello, un
auténtico choque, no de civilizaciones, pero sí de generaciones. Y es que, si nos ponemos a chocar hay miles
de motivos para liarnos a bofetadas. Aunque este no ha sido el caso, menos mal.
Hay choques de edades, de creencias, de actitudes, de valores, de…, yo qué sé. Para qué seguir si lo que quiero contar es el
encuentro o charla entre dos hombres de alrededor de setenta años con un chico
de unos veintipocos. El chico iba tatuado hasta las cejas y los hombres estaban
dispuestos a desentrañar el misterio de los tatuajes hasta sus últimas
consecuencias.
¿Y ese, qué significa? le preguntaba uno de los mayores al chico, al cual,
por su aspecto, yo me hubiera abstenido. Sin embargo, era educado, comprensivo
y con una paciencia de santo. Los tatuajes, el pelo rapado, la cresta de
pandillero y la camiseta sin mangas para liarse a bofetadas con el primero que
le empujara, no manifestaban su auténtica personalidad de buenazo.
“Este tatuaje del que me habla”, ha contestado el chico, “es el símbolo de los
lobos de los mercenarios”. Los mayores han repetido la contestación varias
veces, como si por mucho decirlo les llegara la justificación que buscaban. “¿Y
este?” “Bueno, es que está escrito en inglés y significa que el águila real,
reconoce a otra águila real en cuanto la ve”. Silencio durante unos minutos. La
filosofía del chaval lo merecía. “Ah, vaya”. “¿Y ese que le cae por la pierna?”
“Son dos halcones enfrentados”. “Toma ya”. “Y cuando tengas, pongo por caso, setenta
años, ¿las seguirás llevando?” “Pues si tengo la suerte de llegar a esa edad
supongo que sí”. “¿Estas seguro de que para entonces serán importante para ti
los lobos de los mercenarios, los halcones guerreros o las águilas reales?” El
chico calla durante unos segundos, y uno de los hombres le pide disculpas. “Bueno,
supongo que cada uno hace con su cuerpo y su vida lo que se le antoje”. No he podido escuchar la respuesta del chico porque
no estaba demasiado cerca, pero sé con toda seguridad que ha mencionado a Oscar
Wilde. Y en cuanto ha llegado la primera parada ha salido corriendo. Se ha
bajado conmigo y, si no llega a ser porque corría como un gamo, yo hubiese continuado
con el interrogatorio. Me moría de curiosidad por conocer la cita de Oscar Wilde
para casos como ese.
Y es que cada uno es cada uno, y el choque está a la vuelta de la esquina. Lo
malo es querer comprenderlo todo o ser una curiosa irredimible.
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