Mi
amiga Catalina odia los latiguillos. Los aborrezco, me explica. No tienen mala
intención, le contesto. Se dicen para rellenar huecos, cuando te has quedado en
blanco, cuando se te va el santo al cielo. Pero ella es muy suya, y si un interlocutor le dice de pasada: “Vuelvo
a repetirte”, se mata por explicar que es la primera vez que lo ha oído y
que, por favor, tenga más cuidado cuando habla. El interlocutor que había
soltado un simple latiguillo para rellenar el hueco, se siente cuestionado y
aunque sea mentira, ya no se baja del burro y asegura que sí, que se lo había
dicho ya en otra ocasión. A partir de ese momento se lía una discusión para
concretar el día, mes, año, momento y circunstancias, que acaba con la amistad.
Hay
mucha gente que te afea cualquier pregunta, porque aseguran habértelo contestado
en otra ocasión. Es una falta de respeto,
aunque sea cierto, pero eso es distinto al latiguillo. El latiguillo es un
estar ahí sin pena ni gloria.
Catalina
va a peor, le molesta que le digan; “que chungo”, “¿te lo cuento o te lo
explico?”, “es total”, “para nada”, “¿a ti te ha llamado?, a mí tampoco”
No
puedes seguir así, Catalina, te vas a
quedar sin amigos. Debes pedir ayuda a un experto.
Pero
dice que no puede evitarlo; le enerva, le destroza, le pone los pelos como
escarpias. Dice que le hace sentirse tan pequeña que hasta le cuelgan los pies.
Ahora
ha empezado a no soportar el ¿vale? al final de la frase. ¿No te das cuenta? me
explica. Es como si te dijeran ¿Lo has pillado, so cenutria? Tampoco
soporta ¿Sabes lo que quiero decirte? ¿Qué
te parece preguntar si sé lo que quiere decirme? Eso ya es para morirte. ¿Pero
como no lo voy a saber si lo acaba de
soltar?
Como
su sensibilidad ha ido a más y ha decidido tomarse la vida en plan literal, la
he mandado a un psicólogo. Necesitas apaciguar sus instintos criminales.
El
psicólogo ha confirmado mi diagnostico, le ha dicho que así no se puedo
afrontar la vida, que es corta y a su edad mucho más, que hay que vivir feliz porque
mañana podemos no estar aquí. Y ha terminado con un ¿sabes lo que quiero decirte?
Ella le ha contestado que sí, que sabe lo que
quiere decirle, y que ya no acciona
“mete” a quién sea pero no insulta. Lo ha dejado tendido en la alfombra
como hecho puntual, para que se lo haga mirar antes de que lo ponga en valor y
la pillen con las manos en la masa,
porque eso sería de lo más chungo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario