lunes, 23 de abril de 2018

FEMINISMO





El feminismo ha logrado partirme en dos, como la verdad y la postverdad. Por una parte pienso que si no te radicalizas, nadie te toma en serio. Las feministas más exacerbadas de finales del XIX y del XX lograron que artículos como el del código civil que proclamaba, sin ápice de vergüenza, que la mujer obedecería al marido y este la cuidaría, fuesen erradicados. Y no se hubiera logrado de no haber sido por los movimientos radicales que lograron mover las conciencias. Con paños calientes se consigue poco. Las buenas palabras no sirven para erradicar paradigmas incrustados desde siglos. Pero también es verdad que todo movimiento que ataque o ningunee al otro, que lo degrade y lo convierta en victima de agresiones, no es más que un movimiento nazi y peligroso. De nuevo el término medio, ese que proclamó Aristóteles a los cuatro vientos. La mujeres hemos sufrido ninguneo y agresiones desde la infancia, no lo voy a negar, pero también es cierto que algunas, aprovechando la situación mediática del momento, han atacado sin piedad a hombres que no se lo merecían, solo porque coyunturalmente tenían la sartén por el mango, y lo que es más duro, cuando se ha demostrado la falsedad de sus denuncias, no ha caído todo el peso de la ley sobre ellas o por lo menos no hemos sabido de ello. No se les ha dado la publicidad necesaria. Conocemos casos por la revistas, nos escandalizamos, pero cuando la sentencia les ha quitado la razón porque se ha demostrado la falsedad, no hemos visto los mismos titulares, la misma presión, ni la misma contundencia. He leido que diariamente hay 400 denuncias falsas como media. Somos mujeres, es cierto, pero también somos madres, hermanas, amigas, y sabemos las artimañas que algunas mujeres emplean contra los hombres para conseguir la patria potestad, un buen convenio regulador o una buena prestación de alimentos. Desgraciadamente viví con sufrimiento el caso de una amiga, la cual logró desenmascarar a su nuera gracias a una pura casualidad que puso en evidencia su mentira. De no haber sido así, su hijo hubiera permanecido en la cárcel. Se solucionó el asunto, pero esa mujer, no tuvo la presión mediática ni la reclusión que habría sufrido su víctima de no haber sido porque mientras la mujer denunciaba a su marido por presentarse en su casa amenazándola e incumpliendo la orden de alejamiento, un matrimonio pudo ver al marido a muchos kilómetros de distancia, estudiando frente a la ventana de su casa. Su denuncia logró desenmascarar esas y otras mentiras que fueron investigándose gracias a la casualidad de aquel día, en aquella ventana. Y esa coartada que el chico no creía tener, apareció de pronto. La policía, decidió poner una trampa a la mujer y descubrió otras muchas falsedades. Y si no hay justicia, no hay feminismo que valga. Rompería una lanza por al movimiento feminista, pero siempre que no lleve en su interior la injusticia y el dolor de padecerla. Mujeres sí. Ya es hora, pero justicia para las que se aprovechen del movimiento feminista para degradarlo con sus mentiras. Me he enterado que le han dado el premio Filoxera del ayuntamiento de Jerez a una mujer que defiende el feminismo pero no traga por la mentira. Pide la igualdad real. Decidió presentarse para explicar sus razones. No gustó. La abuchearon, intentaron acallarla, no la dejaban explicarse porque no querían la verdad, como si la verdad nos hiciese menos fuertes. Ella habló y me alegro. Estamos inmersos en una postverdad que no es más que la mentira asquerosa de toda la vida, y lo que es peor, queremos creérnosla y no admitir que tiene matices.

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