Después
de leer la apreciación del juez González sobre el “jolgorio y regocijo” de la
victima de la manada, me desdigo de todo lo escrito en mi post anterior. Ya no
sé qué sentencias pueden ser justas o no. Y sin haberme leído los 371 folios del
fallo, opino sin que me tiemble el pulso, que después de una juerga que produce
jolgorio y regocijo, la gente está contenta, se despide, se alegran de haberse
conocido e incluso se ayudan unos a otros, pero no dejan a una mujer medio desnuda,
abandonada, robada, vejada y, lo que es peor, grabada sin su consentimiento.
Nos
echan en cara opinar sobre una sentencia sin haberla leído, pero sí la leyeron
los fiscales, los abogados y no opinan de la misma forma que los jueces que
dictaron sentencia, solicitaron una pena de 22 años, por lo que algo irregular
habrán visto.
Por
lo demás, es triste perder la fe en la justicia, por este juicio; en la policía,
por los acontecimientos del 1 de octubre; en los políticos, porque quieren
sacar provecho electoral hasta de los hechos más execrables; por los periodistas,
porque todavía no acabo de entender cómo se puede silenciar un vídeo del 2011
sobre el robo de cremas de la presidenta de la comunidad, sin que se soliciten
explicaciones.
Pero,
sobre todo, no entiendo cómo podemos estar tan indefensos ante los poderes
públicos.
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