Y lo
gordo es que si yo quemara emails de un supuesto novio, me pillaban desde
Hacienda hasta el Madrid Central, pero si quemo un edificio entero, todo se diluye
entre plantas, ascensores y bomberos.
Dicen
que vieron a unos hombrecillos con trajes de amianto merodear por el edificio
aquella noche. Lo grabó un matrimonio que vivía enfrente. Pero luego lo
desmintió la prensa. Dijeron que se refería al reflejo de una ventana de
enfrente en la que hombrecillos con linterna y trajes ignífugos, se paseaban
por su casa, vete tú a saber por qué de esa guisa. Todo tan normal, tan creíble, que han
tenido que pasar 14 años, descubrir al pequeño Nicolás y a Villarejo, para que
se vuelva a hablar de los hombrecillos, los papeles y los reflejos de aquella
aciaga noche.
Ser
rico es fantástico Ya no sé cómo pegar un
pelotazo para que cuando me pillen en un desfalco, poder declararme
magalomaniaca recalcitrante, salir indemne, fundar un partido y poder
presentarme a las elecciones europeas como el pequeño Nicolás, para representar a
la generación de los millenails.
.
.
“Porca
miseria.”
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