domingo, 28 de abril de 2019

SI SE LO CURRARON, QUE NADIE SE LO ENFANGUE


           







Recuerdo aún nuestro viaje de fin de carrera. Uno de nuestras visitas fue a Viena. Era el año 1977. Lo  primero que nos llamó la atención fue, que al salir del colegio mayor dónde nos alojábamos, había una mesa en la que se apilaba la prensa del día, junto a ella, una cesta dónde se dejaban las monedas para el pago de la misma. No me siento orgullosa de lo que cuento, pero nos sorprendió que los austriacos fuesen tan civilizados como para pagar aún sin ser vigilados. Algo parecido nos ocurrió con el autobús. Nadie controlaba los billetes, aunque nos avisaron de que si entraba un hombre vestido con uniforme verde y nos pillaba sin billete, se nos había caído el pelo. Los guías nos animaban a que no nos preocupáramos de nuestras pertenencias, pues eran muy esporádicos los robos.
Lo cierto es que tenían muy bien educada a la población. No era necesaria vigilancia. Los ciudadanos con su civismo ayudaban a mantener el país en perfectas condiciones. Nos hacía gracia ese civismo y, al mismo tiempo, nos daba envidia.
Gobernaba entonces la Social Democracia.
Pasaron 25 años y regresamos a Viena. Todo era diferente. El guía nos avisó nada más subir al autobús: “Siento decirles, señores, que siempre nos hemos sentido orgullosos de la forma en la que habíamos educado a nuestros ciudadanos, pero desde que la inmigración es un hecho, ya no podemos garantizar su seguridad, por lo que les sugiero que tengan cuidado con sus bienes.
Me dolió escucharlo.
Sentí su desolación y su vergüenza. Un país invierte mucho en educación para que le echen por tierra su esfuerzo. Las feministas lucharon con valentía por alcanzar derechos que están echando por la borda otras culturas.
Poco después de aquel suceso, resurgieron partidos extremistas, se hablaba de la repetición de las crisis de entreguerras. Se perdió la confianza en la democracia, y sus ciudadanos se empezaron a decantar por partidos ultranacionalistas.
En este momento la tercera fuerza en Austria es de extrema derecha; 51 escaños frente a los 52 de la Social Democracia y los 62 del Partido Popular, que ha tenido que formar alianzas para no dejarse desbordar por una fuerza extremista.
Aquel periódico en que los austriacos no necesitaban control, por civismo, por educación, aquel autobús sin vigilancia, aquel orgullo al predecirnos que no tuviésemos cuidado con nuestras pertenencias, había  dejado paso a una situación, a un descontrol, que ha conseguido que los austriacos duden de sus políticos.
No estoy en contra de la inmigración, creo que es una labor humanitaaria irrenunciable, pero sí deseo que se impongan las normas del país de destino si se quiere permanecer en él. De lo contrario volveremos al triste periodo de entreguerras, aquel que permitió el resurgir de tanto dolor y tanto fascismo.


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