sábado, 19 de marzo de 2022

LA BOYA Nº8

                                             



 

 

 

 

 

Este verano me bañaba en una calita debajo de mi casa. Era agradable porque allí nos reuníamos tres amigas, nos alejábamos hasta las boyas que separan a los bañistas de las embarcaciones.

Una vez en la primera boya programábamos el itinerario a través de todas las que íbamos a recorrer. Por el camino se iban añadiendo otras nadadoras que salían de otras calas. Llegamos a reunirnos hasta diez. Lo mejor del pelotón es que con el gorro para evitar el sol, las gafas de bucear y el agua que nos cubría hasta el cuello, éramos incapaces de reconocernos en campo abierto y eso nos daba mucha libertad. El descanso se hacía en la boya numero 8, y era allí exactamente, donde comenzaban las confidencias, las risas, donde desnudábamos nuestros afanes como si de una terapia de grupo se tratara. Allí descubrí los amores prohibidos de una asturiana, ex juez, porque en esas boya las reuniones eran de jubiladas. La ex hematóloga nos contaba sus problemas emocionales y la ex peluquera nos contaba que estaba hasta el gorro de su cuñada meticona. La ex farmacéutica tenía un hijo esquinado y la ex gimnasta arrastraba dolores de huesos. Algunas habían tenido tres o más matrimonios, y otras tan solo uno. Los mejores momentos se vivían en esa boya numero 8 a la que acudíamos, ya agotadas para cambiar frustraciones por risas.

Entre todas las ex que acudíamos a la boya había una rusa muy guapa y divertida a la que la ex empresaria nicaragüense le buscaba un novio zen.

Un día se puso seria para contarnos algo de lo que yo jamás había oído hablar. Hablaba del este de Ucrania. Era del Dombass y muy por encima nos contó lo que estaban pasando. Suponía que su padre pro ruso, había sido asesinado y no habían encontrado su cuerpo. Lo dejaba todo un poco en el aire, algo así como que Putin los salvó, que eran como los catalanes en su afán independentista. Lo único que recuerdo es que al despedirnos habló de que se estaba formando algo muy serio y que no sabía quién iba a ganar, pero que ella esperaba que ganaran los suyos.

No dijo más.

A partir de entonces quise informarme dónde estaba el Dombass, qué era lo que pasaba y por qué se iba a liar. Han pasado varios meses y desgraciadamente todo ha sucedido. No comprendo por qué no sabíamos nada de toda esa guerra civil que  estaban librando en Ucrania, no sabíamos qué estaban haciendo allí los pro rusos, los otros. No lo recuerdo como noticia de primera línea en los telediarios. Ahora nos cuentan que la maldad es trasportable de un lado para otro, que Puigdemón ponía una vela a dios y otra al diablo. Los que de verdad no tiene ninguna culpa son los civiles, los niños, los ancianos. Ahora sabemos que gana el que antes pega, que la OTAN no es ninguna ayuda llegado el caso, como no lo fueron los aliados en la segunda guerra mundial, que veían atemorizados cómo se iban apropiando terreno los alemanes y confiando en que a ellos no te tocaría. Los alemanes aplauden al presidente de Ucrania que les llama cobardes por comprarle gas a Rusia y luego debaten otra ley. Puede que los americanos tengan que entrar si les bombardean directamente, como pasó en Perl Harbour, pero mientras tanto, nos engañan por ambos lados, nos cuentan lo que interesa. Ya no sé si Abascal es de Putin o lo son los podemitas. Si Maduro se va  a hacer amigo de los americanos o si China  apoyará a Putin o exigirá a EEUU que haga la vista gorda sobre Taiwan. Solo sé que mueren miles de personas inocentes, que otros cientos de miles han perdido todo lo que tenían, que las mafias están al acecho para prostituir a niños y mujeres, que se montarán en la riqueza los que venden armas y los que trafican con el hambre y el frio. Todo eso lo sé. Y sé que los perdedores de esta contienda son aquellos a los que les han quitado su dignidad de hombres, los únicos que la tienen y la tuvieron siempre; los ciudadanos de a pie. Espero que ganen ellos, los peones de esta ignominia: los niños, las mujeres, los ancianos, los hombres de bien. Ojalá existiera el arca de Noé, recogiese a los justos y arrasase con los listos de siempre.

Quizá sea tan solo un sueño. Quizá cuando despierte me encuentre en la boya nº 8 compartiendo ilusiones con nueve jubiladas que hablan de cosas tan raras como que en Ucrania se está preparando una gorda.


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