Estoy en la cola de Carrefour y recuerdo a Jenofonte,
el griego. A Jenofonte y a su “República de los atenienses”, mira tú qué cosas.
Y no me trae su recuerdo las patatas y los boniatos de mi carro, sino dos
señoras mayores que discuten sobre política. “Pues EEUU va de miedo, se está
levantando a ritmo vertiginoso” dice una rubia, cardada y con paraguas. “Me lo
ha dicho mi hijo que es bróker”. La otra, pelirroja y con un pack de leche, se
enfada y dice. “La culpa de la crisis la tienen las caderas de los inmigrantes.
Oiga usted, que vienen a operarse gratis y luego se marchan”.
No sé por qué narices se
me ocurre intervenir. Seguramente porque nos encontramos rodeadas de inmigrantes
y me sabe mal, o simplemente porque me indigna la ignorancia agresiva. “Puede
que haya habido abuso con la sanidad, le explico, pero la crisis, señora, no la
han provocado las caderas de inmigrantes sino el morro de algunos gerifaltes”. “Pues
mi hijo, el bróker, dice que…” persiste la cardada. “Mírelos, todos con las
caderas recién colocadas”, persevera la pelirroja señalando a un veinteañero peruano
que cobra en la caja.
Vuelvo a Jenofonte:
“Y si buscas un
buen régimen político, en primer lugar verás a los más diestros dictándoles las
leyes; luego la gente de bien castigará a la chusma, deliberarán acerca de la
ciudad y no consentirán que hombres alocados deliberen ni hablen ni participen
en la asamblea. Sí, pero gracias a estas buenas medidas el pueblo caería
rápidamente en la servidumbre”.
Quizá Jenofonte tuviera razón, quizá sea necesario que
también opinen y voten porque de lo contrario nadie hablaría por ellos y
acabarían siendo esclavizados. Pero cuesta tanto aceptar que los votos de los
ignorantes valgan lo mismo que los de aquellos que están mejor informados.
2 comentarios:
bueno, Carmen, es que la democracia, si se mira bien, es una barbaridad. Pero como decía Churchill igual no hay nada mejor.
En cualquier caso, España, más que un problema de democracia tiene un problema mayor, que es que aquí no cabe un bobo más. Y encima, no hay justicia, que es lo peor le puede pasar a uno.
Saluditos :-)
Qué bueno, Ángel. Es cierto, ni uno más.
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