jueves, 22 de enero de 2015

LA BBC (BODAS, BAUTIZOS, COMUNIONES…)









 imagen: Rafal Olbinski




Resulta que han cobrado 20 euros a un niño inglés de 5 años por dejar de acudir a una fiesta de cumpleaños sin avisar.  La noticia me ha dejado muy impactada, sobre todo si tenemos en cuenta que mi madre me obligaba a permitir a las niñas que invitaba a mi cumple, que jugaran con todos los juguetes que me acababan de traer los reyes, a recibir con la misma ilusión a las que venían con regalos estupendos que a las que venían por el morro, y a ver impasible como iban destrozando uno por uno los juguetes que yo había deseado tanto.  “No las invitas por el regalo que te vayan a hacer, sino porque son tus amigas, quieres estar con ellas y compartir en un día tan señalado.”
Todavía sueño con mis cumples infantiles las noches de rayos y centellas. 
Mi amiga Loreto decía que si nos educaron con esa rigurosidad, por lo menos nos debían haber metido en una urna con otras memas como nosotras para, de esa  guisa,  continuar viviendo hasta el fin de nuestros días.
 Pero no fue así,  la vida nos deparaba infinitos chascos.
“Nos han invitado a una boda en El Palace”, me explicaba la mar de dolorida Loreto. “Ahora tenemos que pagarnos el cubierto en ese hotel. ¿Por qué? ¿Quién le ha dicho a esa gente que yo hubiera celebrado la boda de su hija en El Palace?, vamos a ver.”
No se lo digo para no enardecerla todavía más, pero me parece que tiene toda la razón.
Antes, me refiero a…“In illo tempore”, los que no tenían posibilidades,  celebraban las bodas de forma modesta y pedían dinero a los invitados a cambio de trocitos de corbata, o de cualquier nimiedad para resultar más elegante. Los pudientes se lo pagaban ellos e invitaban sin esperar a que nadie compensara el menú con sus aportaciones. Se regalaban detalles para la casa, bandejitas de alpaca o jarroncitos chinos del tres al cuarto. Los familiares y amigos cercanos se rascaban un poco más el bolsillo por eso de la amistad y el cariño, y los demás cumplían con cualquier cosa de la lista de regalos.  Aquellas bodas eran un “si puedes pagas y lo celebras donde te apetece sin esperar nada a cambio”, y “si no puedes no pagas pero lo celebras discretamente porque el precio de los trocitos de corbata tiene un límite aunque paguen el convite” (así se llamaba el evento “In illo tempore”).
Ahora no,  ahora se celebra hasta la primera dentadura postiza del abuelo. Total, como lo pagan los invitados, cuanto más rumbosa sea la celebración, mejor.
Ah, y no te atrevas a no regalar en condiciones porque no te invitan por amigo te invitan como paganini, que queda de miedo celebrarlo todo y por todo lo alto, faltaría más.
Ahora se admite cualquier reclamación referida a eventos y esnobismos.
Cuando pienso en la cantidad de indemnizaciones que hubiera podido pedir por los  juguetes rotos en mi cumple, por los no regalos y por los que acudieron a mi boda sin llevar ni una piruleta. Cuando lo pienso y lo repienso, me entra un mosqueo.
Todavía le pregunto a veces ¿Pero con qué lord ingles creías que iba a emparentar, madre? Pero no me contesta, se hace la loca, no porque falleciera sino porque si volviera a empezar, visto lo visto, estoy segura de que otro gallo cantaría.


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