Ha
coincidido el atentado en el semanario Charlie Hebdo con lo que estaba leyendo
estos días. Se trata de un libro de David Coleman que se titula “El punto
ciego”, y en uno de sus capítulos habla de
la conciencia colectiva que se forma a través de un grupo. Siempre me ha
llamado la atención que haya gente capaz de pertenecer a algo que se denomina
bloque y perder su propia personalidad.
Las sectas, los grupos religiosos extremistas, los ideales políticos llevados
al límite, los bloque familiares, profesionales o empresariales, los grupos en
el colegio y tantos movimientos en los que el individuo pierde su personalidad
para asumir la del grupo. Actúan de forma diferente, no se plantean los
objetivos ni los medios y son capaces de actuar como no actuarían por separado.
Y lo que más me llama la atención es que no nos encontramos ante personas
imbéciles, a veces son inteligentes y valiosas. ¿Qué les mueve a delegar su
voluntad en nombre del grupo, de dejarse llevar por un patriarca y seguir sus directrices
sin plantearse siquiera un momento qué le está pasando?
Hace
tiempo leí en un libro que los magos, antes de hacer sus pruebas de hipnotismo,
tratan de comprobar dentro del público, quienes son los de mentalidad más
débil. Primero hacen algunas pruebas generales, y a la luz de los resultados
van entresacando a los sugestionables, hasta que se quedan con los que les
interesan, que no son otros que aquellos dispuestos a integrar un bloque y dejar
su opinión o su criterio en manos del líder.
La
locura, decía Nietzszsche, es la excepción en los individuos pero la norma en
los grupos, una afirmación que también compartía Freud “El grupo es impulsivo
veleidoso e irritable”. Decía que cuando las personas pasan a formar parte de
un grupo sufren algún tipo de regresión a un estadio infantil. Cuando un grupo
de personas se reúnen en torno a un líder manifiestan un tipo de mente
colectiva que los hace sentir, pensar y actuar de un modo muy distinto a como
lo harían de encontrarse solos. La multitud es extraordinariamente
influenciable y crédula, carece de sentido critico, y lo inverosímil no existe
para ella. Los sentimientos de la multitud son siempre simples y exaltados. No
tiene dudas ni incertidumbres.
Freud
utilizó el término grupo tanto para muchedumbres como para pequeños grupos.
El
rasgo fundamental de la persona que forma parte de un grupo consiste en la
sustitución de su propio yo por el yo del grupo. Preponderancia de esquemas
compartidos sobre esquemas individuales.
Quizá
esa sea la causa de tantas muertes y sinsentidos, de agresiones gratuitas, de la justificación de los propios actos y sus consecuencias. Un auténtico punto ciego.
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