Me
he liado, lo reconozco. Mi intención era tener la misma contraseña para facebook,
twitter, gmail, yahoo, Paloma de la vega, Google+, youtube… Pero es imposible porque a penas me despisto, me sale error y dice que la contraseña
no es válida, que lo vuelva a intentar. Lo vuelvo a intentar y dice que ponga
otra. Invento una cualquiera. Repítala. La repito. Ya la tiene otro. Pero como
ese otro soy yo, pretendo explicárselo
al ordenador tecleando, más que todo porque no hay ser inteligente con el que
pelearte. Y es ese el momento más terrible, cuando sale el inglés. Le tengo una
manía... La pantalla se llena de palabras en ingles que no entiendo. Busco el
traductor de google, pero no lo encuentro. Vuelvo a meter mi contraseña y el
ingles me repite que no. Y me explica algo así como que lo mejor es que la cambie,
pero quizá no dice eso, porque como no tengo idea de ingles, en cuanto me sacan
de “Summertime”, me pierdo. Cambio la contraseña pero creo que no le gusta, me
parece que dice que mezcle números con letras, que a su vez mezcle letras
picudas con redondillas, y que intercale alguna mayúscula para despistar. Hago
lo que me dice y, para no faltar, añado algunos puntos suspensivos, signos de
admiración e interrogaciones. Tampoco le gusta, dice que no puede exceder de
eigth caracteres. Escribo algo extraño que no controlo ni yo misma, y me vuelve
a chapurrear que esa contraseña ya está cogida. Entonces me emociono, es tan
aleatoria que el hecho de que otro la haya tecleado con los mismos signos de admiración,
interrogación, mayúsculas y números romanos, no puede ser algo azaroso, tiene que
haber un por qué. Creo interpretar que alguien en otra dimensión o en la mía,
vete tú a saber, existe y me busca. A partir de ese momento creo. Creo en
universos paralelos, el multiverso. Seres descarnados de la cuarta dimensión,
qué sé yo. Creo en todo. Me niego a dejar el ordenador porque algo
extraterritorial, tridimensional, o medioambiental está a punto de suceder.
Mi
hermana ha venido porque dice que me oye jadear. Me aconseja que lo deje, que me
ve algo nerviosa, pero no puedo dejarlo. Es como si una brisa helada y al mismo
tiempo cálida me empujara a encontrar esa clave que un día dejé y que por arte
de magia se ha esfumado.
¿Pero
qué más te da a ti Paloma de la Vega o el correo yahoo?, me dice pasando el
brazo por mi hombro. ¿Acaso necesitas comprar algo?, porque puedo bajar al
chino si eso te tranquiliza.
¿Pero
cómo me va a tranquilizar a mí un chino teniendo a un ingles a punto de desentrañar
los misterios de la naturaleza? Mi
hermana intenta que me incorpore y abandone el ordenador, pero puedo ver en la pantalla una ultima sugerencia, “Si
quiere recuperar su contraseña pulse aquí.” Regreso y pulso, pero me pregunta cual
es mi pasodoble favorito y me derrumbo. Anda, vamos, me dice ella, que te voy a
enseñar a fluir. Y yo la sigo pero solo veo humo, consonantes, vocales, signos de interrogación, un chino y un inglés.
Ella llama al servicio de urgencias pero yo le aviso de que la contraseña ya
está cogida.
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