Tenía
un profesor de Derecho Penal que era un auténtico comunicador. Nos mantenía al
borde de la silla desde que empezaba la clase hasta que se marchaba. Todavía recuerdo cómo nos hablaba de los
delitos y las penas mientras paseaba de
un lado para otro del aula. Lo hacía con altibajos de voz y elevación de brazos
para crear más impacto. “Piensen ustedes en el caso de la asistenta que hoy
roba una cuenta de collar; mañana, otra, pasado, otra… hasta acabar quedándose con
el collar entero.” “¿Qué tenemos?” preguntaba, y proseguía su deambular por el
aula sin esperar respuesta. “Un delito continuado tipificado en el artículo 74
del Código penal.” “¿Y que pena se aplica?” Entonces se hacía el silencio, solo
se escuchaban sus pasos lentos, algún estornudo, nuestra respiración expectante,
hasta que de pronto se paraba en seco, miraba a su alrededor y gritaba como si
acabara de descubrir la piedra filosofal: “¡La pena máxima en su grado mínimo!”
Es absolutamente imposible olvidar el delito continuado cuando te lo explican de
una forma tan didáctica. La verdad es que “el penal uno” lo suspendían muy
pocos, no porque el catedrático fuese un
blandengue, sino porque no nos perdíamos ni una sola de sus clases. Y al
terminar el curso éramos unos auténticos expertos en valorar las penas según
los delitos o faltas cometidas.
Hoy,
después de tantos años, y no habiéndome dedicado al Derecho Penal, todavía me
aventuro a valorar el tratamiento dado a algunos delitos, los que continúan,
claro.
Por
eso, cuando leí en la prensa lo de las tarjetas black, recordé a mi profe
paseándose de un lado para otro del aula, su brazo levantado, sus silencios, pensé;
hoy una cena, mañana, otra, pasado, un coche, al otro, un viaje… Ya está, grité
emocionada: como la asistenta y el collar. ¡La pena máxima en su grado mínimo!
Pero
en estos tiempos ha debido cambiar mucho el Código penal porque no solo no han
aplicado la pena, sino que casi meten en la cárcel al juez que quiso tomar
cartas en el asunto. Por de pronto, lo apartaron de la carrera judicial. Luego
dijeron que era una mala persona y un dictador y un … pero lo cierto es que
hasta que no se cometió el delito continuado, nadie había movido un dedo contra
el mala persona, y dictador, y mal juez, y…
Por otro lado, en vez de dedicarme al penal,
me dediqué al fiscal. Y no recuerdo en todos los años que pasé por la carrera,
que las asignaturas estuviesen tan unidas como para que la asistenta que robaba
una cuenta de collar, mañana otra…, además tuviera que pagar impuestos por
habérsela llevado. ¿A qué tipo iría la cuenta?, ¿al reducido o al normal?
Menudo lío tienen ahora los ladrones, no se les condena por el delito cometido sino
por el IVA e IRPF que debió ingresar en las arcas públicas. Y como una cuenta de
collar por sí sola, no alcanza el valor para que sea delito fiscal, pues aquí
paz y después gloria.
Que
difícil se hace comprender el mundo cuando te vas haciendo mayor. Y luego hablan
de lo complicado que es el whatsApp o twitter, o likedin. Si eso es pan comido
en comparación a cómo nos venden la moto, ¿digo moto? ¡La motosierra!
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