imagen:Fernando Botero
Lo más
emocionante de internet es que te puedes inventar la locura más inverosímil,
colgarla en las redes y esperar a que cueza. Siempre habrá gente que se la crea y corra la voz.
Me recuerda a un juego infantil en el que se pasaban preguntas
de un jugador a otro hasta llegar a desbarradas respuestas.
Pero
lo malo es que soy crédula hasta la enfermedad y a no ser que entienda del caso, la primera
que se lo traga sin rechistar soy yo.
Empecé
tragándome que se puede freír un huevo
colocándolo entre cuatro móviles, pasando porque si te tomas un ibuprofeno con
coca cola se produce una mezcolanza tal que te hace dar a luz un renacuajo
uruguayo, hasta llegar a creerme que si dejas una botella de plástico en el
congelador con un poquito de agua para luego llevártela a la playa con agua
refrescada, te sale un sarpullido que te deja la cara color galleta María para
siempre.
El
problema es que este tipo de informaciones vienen precedidas de títulos,
apellidos, universidades y cargos que dejan a una sin aliento. Por ejemplo, si
me dicen que lo del renacuajo uruguayo lo ha dicho el profesor Srrütwell, del
Instituto de investigación animal de Carolina del Norte( EEUU), no puedo dudar:
acato la teoría como dogma de fe. Y si el investigador científico es un
profesor de viene de Illinois, ya es que me entrego en cuerpo y alma. Luego, aprovecho
cualquier hueco en una conversación y lo suelto de corrido. Así, sin dar tiempo
a la chanza. Porque si alguien pone cara de extrañeza, le suelto la retahíla de
nombres, cargos y universidades americanas que llevo grabadas a fuego en mi
memoria, bebo un sorbo de agua y termino elevando la cabeza lentamente para
sellar la chorrada.
No es
lo mismo que decir que el autor de la investigación es Alberto Brotons,
profesor adjunto de la Universidad alicantina de San Vicente del Raspeig,
porque por muy lógica que parezca, se siente demasiado cercana para ser de
enjundia. “¿Quién ha dicho eso?” “Brotons, el hijo de Paquito.” “¿El que
echaron de los Jesuitas en cuarto? Anda ya. No me lo creo.”
Y así
nos va. Yo, por ejemplo, este verano estoy
siguiendo un régimen para adelgazar de un ilustrado de la University of Florida
consistente en no mezclar hidratos con proteínas y en el que te dan menús pormenorizados
para una semana; té con palomitas de maíz a media mañana y boquerones en
vinagre al atardecer mientras debates con un cliente. Porque la teoría del
ilustrado tiene en cuenta hasta tu jornada laboral. Yo, como estoy jubilada, me
tomo los boquerones con el portero, y a lo mejor es por eso que llevo
engordados dos kilos trescientos gramos. El eminente profesor dice que no nos
vengamos abajo hasta que no termine la semana. Estamos a sábado y sigo
engordando, pero no puedo hacerle el feo. Sería una descortesía imperdonable a
él, a la universidad y al país de origen of
course
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