martes, 7 de febrero de 2023

FUTURO IMPERFECTO

 

 


 

 

 

 

 

Me gustaba imaginar cómo empezó todo. Que si Adán y Eva, que si el árbol de la ciencia del bien y del mal... Esas cosas que pasaban en “el principio” cuando era: “el verbo” . Imaginaba que era una alegoría que trataba de describir cómo el hombre surgió de alguna especie animal. Los días de mala digestión, imaginaba que algún extraterrestre había dejado en un mono una semillita que le amargó la vida a la especie haciéndolo inteligente, ingenioso y más malo que un dolor.

Antes éramos felices porque nos dirigían nuestros instintos y no cualquier Kim Jong-un ni nada por el estilo. No nos flagelábamos por comernos algún animal que estuviese en nuestra cadena alimentaria. El león, por ejemplo,  se comía todo lo que se moviese y luego se echaba una siesta la mar de satisfecho. Copulaba con cualquier hembra que estuviese en edad de merecer y procreaba aquí y allá. Sus hijos no eran suyos sino de la selva. Todo era perfecto porque estaba en su naturaleza. No había remordimiento por si me como un conejo o un ciervo. Por eso se llamaba: “El paraíso terrenal”. Pero de pronto llego una serpiente, un árbol, una manzana, una manipuladora, un calzonazos y todo se vino abajo. El hombre se avergonzó de estar desnudo, como ahora los perros que van hasta con gabardina y bufanda.

Aquello fue una evolución sin precedentes que nos apartó del idílico mundo del resto de los animales, tan solo para liarnos. ¿Estará bien? ¿estará mal? ¿Y éste porque sí y yo no? Comenzamos a engañarnos por un plato de lentejas, a anular a los que no pensaran como nosotros. Un mundo lleno de rencores y odio, pero al mismo tiempo, un mundo de evolución, de progreso, de fraternidad, de fidelidad a la pareja, de amor a la descendencia. Un mundo que creó la rueda, que miraba a las estrellas, que se hacía preguntas y soñaba en su bien y en su mal.

Pero observo intrigada que si el bing fue creando al hombre inteligente, el bang está retornándolo a la imbecilidad, volviendo al principio, al verbo, pero sin inocencia. Los hijos ya no son de los padres, ni siquiera de la selva como los leones, sino del Estado. Ya no seguimos el ciclo alimentario porque eso es comer cadáveres sino que nos alimentamos de florecillas silvestres y productos químicos para compensar carencias. No corremos ante el peligro del mamut, pero el corazón se nos pone igual de loco al grito del jefe, al que no puedes matar porque no es mamut y te encarcelarían. Ahora ya no nos preocupa la fidelidad a la pareja porque el instinto nos empuja a copular sin control, la especie se amplia a un maremágnum de posibilidades en continua transformación. Somos de un sexo hoy y otro mañana. A los leones les pondremos abrigos cuando haga frio y nosotros viviremos en un mundo virtual. Estamos en el bang: no hay familia, no hay parejas, no hay respeto, no hay conversaciones cara a cara, miraremos a las estrellas en el móvil. Estamos inventando unos seres que nos sustituyan para que nos dejen en paz y poder guasapear a placer. Una inteligencia artificial que nos dominará y a la que no podrá engañar: una serpiente, una manzana, un calzonazos y una manipuladora.

 


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