Vaya,
lo que me faltaba. Ahora resulta que los que comparten frases “profundas” en
Instagran son menos inteligentes. Con lo
que a mí me han gustado toda la vida las máximas. En mi cuaderno del colegio
tenía una de Jean Paul Sartre que me repetía constantemente y que me duró muchos años. “No es feliz
el que hace lo que quiere, sino el que quiere lo que hace”. Debe ser que como
soy un poco vaga, la frasecita me venía al pelo cuando me tenía que levantar a
las seis de la mañana para preparar los temas de la oposición. Era sonar el
despertador, y después de liarme a porrazos con el aparatito, salía de lo más hondo la máxima con mensaje y, claro, como la tenía
interiorizada, me levantaba refunfuñando y repitiéndome. "Lo que me da la gana
es dormir, lo que quiero es sacar la oposición, tener un trabajo estable y no
ir de pasante por todos los despachos de abogados sin cobrar un duro y haciendo fotocopias".
Lo
cierto es que entonces no sabía que se estaba desvelando lo limitado de mi
cerebro. Si lo hubiese sabido habría continuado durmiendo la mar de feliz. No
hay nada como creerse capacitada para conseguir lo que te propones. Aunque seas
un zoquete, si por una de esas, te crees espabilada, el mundo es tuyo.
La
verdad es que no lo compartí en Instagran ni en Facebook porque entonces eso no existía, pero el
resultado era el mismo. “Frase profunda/falta de inteligencia al canto”. La
información ha salido en el “Vogue”, pero los que lo dicen son los de la Universidad de Canadá. Bueno, han confirmado lo que, según el Vogue, y en
cierta medida, todos, sabían. “¿De
verdad que es necesario que todo el mundo comparta esas frases semi profundas
tan horteras?, insiste el articulo de marras. Y no se queda ahí, porque ese
tema tan primordial ha llegado a inquietar a unos estudiosos de la Universidad
de Waterloo en Ontoria (oye, como lo he leído), que han decidido medir la
inteligencia de las personas que comparten este tipo de poéticos enunciados.
Los
tíos han reunido a cientos de personas en un aula y les han hecho
evaluar una selección de frases enlatadas. Mejor dicho, determinar el grado de
profundidad de las mismas. El resultado ha sido que tienen una capacidad cognitiva
del tres al cuarto, además de ser propensos a confusiones ontológicas y a
elaborar ideas conspiracionales.
A
mi, la verdad, los que me parecen confundidos ontológicamente, conspiracionales
y un poco p¨allá son ellos, que no tienen nada más qué hacer
que decir bobadas y hacer estudios idiotas con el dinero de los contribuyentes.
Es algo así como lo que salió sobre las tendencias delictivas de los que tienen
nombres raros (véase entrada en mi blog 27 de febrero 2009).
Me pregunto por qué a esos sesudos estudiosos no
los pone Carmena a recoger colillas en vez de a los pobres niños. Seguro que encuentran la relación entre el color de pelo de los niños y el tamaño de las colillas recogidas. Menudos son.
Me
compré un imán en el museo romano de Mérida que rezaba “CARPE DIEM”, de un tal Quintus-Horaticus-Flaccus. Era chulo,
en serio. Y lo hice un poco para no olvidar la que se puede liar en un momento dado, disfrutar del ahora y esas cosas, pero lo he tirado a la basura envuelto en
tres capas de papel higiénico, no vaya a enterarse el portero de que habita en
el 8ª C una incapacitada mental, conspiradora y débil ontológicamente hablando.
Lo
que le falta, con la manía que me tiene.
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