domingo, 7 de febrero de 2016

LOS VIEJOS MARINEROS




Reconozco que soy ahora mucho más selectiva para la lectura de lo que fui. Y eso trato de aconsejar a los niños cuando tengo encuentros sobre libros y lecturas. Ya no me importa que un autor sea reconocido mundialmente, agasajado o vituperado. Ahora me permito el lujo de despreciar a los que otros llaman grandes, me engancho a la prosa, a la forma de narrar, a los escenarios genialmente escogidos, a la inteligente pluma, y me entrego, como en mis años de lectora impenitente, con pasión. Reconozco que hay autores buenos a los que no me engancho y otros que no tienen tanta fama, que me emboban. Todo depende de nuestro yo más interno, de nuestras formas de estar en el mundo. Por eso, siempre que hablo de un libro que me ha gustado, noto a mi alrededor cómo se afilan las uñas, se alargan los colmillos. "¿Te atreves a decirme que fulanito es algo pesado? ¿Acaso es eso lo que me estás queriendo decir?" Y yo, un poco encogida, me subo la capucha del anorak como si lloviera, y muy bajito contesto. “Pues sí, chico, ¿qué quieres que te diga? A mí me aburre soberanamente tal o cual autor, me parece un fatuo, un insoportable y un juntapalabras cultas sin más intención que sentirse importante mientras le hacen la ola”. "¿Y tú quién eres para opinar, si no eres filóloga, ni licenciada en literatura, ni nada de nada?" “Pues por eso, porque soy lectora compulsiva y con suficientes libros a mi espalda para decir lo que siento sin ponerme colorada”.
Y todo este rollo lo suelto porque ha caído e mis manos una novela de las de entonces, de las que me hacían no poder dejarla, una novela que me ha hecho disfrutar como lo hago con García Márquez, con Rulfo, con Mark Twain y con tantos otros, a lo grande. Se trata de “Los viejos marineros” de Jorge Amado. Y llegué a él por un comentario que me hicieron en el blog cuando hablé de “El humor en la literatura”. Gracias, Sir, por una recomendación que tardé tanto en seguir.
No entiendo como existen tantos autores geniales que no conozco o nunca conoceré, mientras pierdo el tiempo con premiados y nominados soporíferos. Pero a lo que íbamos: Jorge Amado fue un escritor brasileño. En 1945 fue elegido miembro de la Asamblea Nacional Constituyente por el Partido Comunista Brasileño (PCB), siendo el diputado más votado del estado de São Paulo. Como diputado fue autor de la ley que asegura la libertad de culto religioso. Nació en 1912 y murió en 2001. Fue reconocido como otros, por el realismo mágico. La primera novela que he leído de este autor, “Los viejos marineros” trata sobre la vida de Vasco Moscoso. Está estructurada en tres partes: la primera habla de su llegada a Beriberi, un barrio habitado por jubilados a los que encandila con el relato real o inventado de sus hazañas como Capitán de Altura. La segunda trata de su juventud, sus antecedentes personales: joven, guapo, rico y elegante, un crápula divertido y con encanto para amistades y mujeres, al que le falta algo, un titulo que lo identifique y de sentido a su vida. Lucha denodadamente por conseguirlo, hasta que logra por fin el diploma que colmará sus deseos. La tercera parte pone en vilo al protagonista porque tiene que comandar un barco de verdad y resolver problemas reales para los que no parece estar preparado.
Habla de la vanidad, de las fatuas apariencias del ser humano capaces de cambiar la realidad cotidiana o las fantasías personales. Nos hace ver que deberíamos realizar sinceramente y más a menudo ejercicios de autocrítica y aceptarnos como somos, cada uno con nuestras virtudes, defectos y limitaciones, intentar dejar de lado la estúpida vanidad y tomar como lema personal uno muy conocido y antiguo, pero no por ello menos cierto y apropiado: Carpe diem.
La novela nos hace reír y a la vez reflexionar, apasionada y con un desenlace genial e imaginativo. En ella encontramos ironía, inteligencia, humor. ¿Quién da más?
Voy a buscar todo lo que encuentre de este genial escritor del que me avergüenzo no haber leído antes.
Cuánto me queda por leer y cuánto tiempo perdemos tragando lo que algunas editoriales y librerías de grandes espacios nos embuchan para crear adictos. 





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