Dicen
en las redes sociales que Master Chef es un timo. Algunos cuentan que hasta los periodistas entrevistan a unos
cuantos mientras están haciendo las pruebas para la selección, y que luego son
ellos, fíjate tú qué casualidad, los elegidos. No sé cómo nos extrañamos de eso. Ya Juan Marsé, en una entrevista
siendo jurado del premio Planeta, dijo que era imposible que los seleccionados,
entre más de doscientos ejemplares, fuesen tan malos. Dejó entrever que el
premio estaba más que dado y que los finalistas son de pena para que el jurado
no tenga la tentación de elegir a algún espontáneo que se les haya colado a los
lectores. No tengo ni idea de si ese premio cuenta con subvención estatal, o sea
que cotizamos todos, o solo se retrata económicamente la editorial, pero aún
siendo así, jugar con la ilusión de los participantes me parece tremendo. La
explicación es que nos hemos acostumbrado a que nos engañen e incluso hasta nos
gusta un poquito. Sabemos que todo es mentira pero todavía hay gente que se presenta al Planeta
con ilusión, o a la selección de Master Chef, incluso algunos vuelven y vuelven
a votar a los socialistas en Andalucía,
como los peces en el río, que beben y beben y vuelven a beber. Espero que los
que pacten con Susana Díaz se jueguen las elecciones generales, porque eso
demostraría que aún queda algo de cabeza en el resto de España, aunque, la
verdad, no tengo mucha esperanza.
Un
día viendo la tele me encontré con Eliodoro, un señor al que conocía de la piscina,
estaba felizmente casado y con tres
hijos. Subí el volumen para ver qué hacía en un programa de búsqueda de pareja.
Se puso a hablar y, muy compungido, explicó que estaba viudo, muy solo y quería
conocer a una señora para compartir su vida. Menudo disgusto me llevé. Se ha
muerto Purita y nadie se ha dignado a decírmelo. ¿Cómo habrá sido?, ¡con el buen
aspecto que siempre tuvo! Continué hipnotizada hasta que al Eliodoro acongojado,
le propusieron conocer a una mujer que estaba interesada en él. “Ha visto su
foto y se aviene a conocerlo.” Le explicó el presentador. Me como todas las uñas. “Mira
que pronto ha buscado sustituta, el muy…”
Se
encienden las luces del escenario y no doy crédito a lo que veo. Purita, más jacarandosa que nunca, hace acto
de presencia en medio del plató. Dice que ella quiere conocer a ese hombre
solitario para rehacer su vida. La pared que los separa desaparece. Se asombran
muchísimo al verse y manifiestan su gozo, como si no se conociesen de nada. El
público aplaude emocionado. Él dice de ella que le parece muy guapa, ella
sonríe tímida y dice que él le parece un señor muy elegante. Los ojos se me han
quedado en la tele, no los encuentro. La apago para recuperarme. En este país
nos engañan todos, hasta Purita y Eliodoro.
Es como esa historia que me contaron sobre un perro al que le atan la pata y no le dejan salir de la jaula hasta que un día lo sueltan para que salga libre y, el pobre, ya acostumbrado, se queda dentro. Debe ser una especia de síndrome de Estocolmo que solo se cura en terapia de grupo. “Soy español y me las dan todas en el mismo lado.” “Te queremos, español.
Sueño
que gano Master chef, el premio Planeta,
me sale un novio en la tele, y me
quedo con el dinero de los cursos
para parados. Qué sueño más español, me
digo, e intento retomarlo en el preciso instante en que salgo como candidata
por mi tronío en confeccionar contabilidades B y hacerlas desaparecer.
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