Ahora
que tengo la moral por los suelos me persigue un nigeriano que vende dvd`s bajo manga. Me parece que es lo que en la época
de mi padre se llamaba “estraperlo”. Es que mi padre tenía su propia forma de llamar
a las cosas. Por ejemplo llamaba frizider
a la nevera y aeroplano a los aviones, igual que yo llamo tomavistas a los
proyectores de vídeo, y radio cassette a un artilugio que yace abandonado en mi
cocina. Cada época tiene su forma de designar, por eso mi abuela antes de
hablar anteponía el termino en mi tiempo.
No es que vagara por extrañas
dimensiones en aquel momento, que tuviera que hablar en pasado como de una antigua
vida, es que las cosas cambian tanto que hasta los conceptos se transforman.
Pero a lo que íbamos, al nigeriano con los dvd´s me lo encuentro cuando voy a
comprar el pan, lleva un gorro de lana aunque la temperatura pase de los
treinta grados, también se cubre con un chaleco que por la forma y textura yo
diría que es antibalas. Un día me vendió una peli en ruso y desde entonces no
me lo quito de encima. El primer día que lo vi le dije que eso no se hacía. “Yo
cambiar, no problema” dijo sin quitarse el gorro de lana. Desde entonces me
trae la misma peli sucesivamente y en varios idiomas. Se llama Henar y me tiene
harta. “Que no quiero películas”, le grito. “Estar bien la cinta, yo comprobar
antes.” He tenido que cambiar tantas
veces el dvd que ya chapurreo el ruso y hasta algo de polaco. Sin embargo,
desde entonces, nuestra amistad se ha afianzado. Me persigue por las aceras,
por los andenes, por las vías y los parques para que le compre. Dice que si en
vez de una, le compro dos, me rebaja 50 céntimos. “Una, tres euros; dos, cinco euros.
Yo vigilar que esté bien”
Reconozco
que a mí así se me gana. No creo que los estafadores de Fórum Filatélico o Afinsa
estuvieran tan ufanos de su fechoría como yo cada vez que me ahorro 50 céntimos
por comprar películas a granel. “Yo haber vigilar que sean en español”, me dice
Henar.
Lloro
mucho. Henar sabe cómo sacar la congoja de mis entrañas. Cuando las películas
que me vende no tratan sobre una chica que le diagnostican Alzheimer, tratan
sobre los padres de un niño desahuciado. “Henar, que no estoy yo para eso” “Ver
bien, yo vigilar que no esté en ruso.” Que no quiero películas tristes, ni en
ruso ni en croata”. “Mira, tener de vaqueros, detectives, francotiradores,
comedias”, me explica mientras se desabrocha el chaleco antibalas y despliega
su mercancía. No me suena ninguna y le digo que otro día. Se vuelve a colocar
las pelis y el chaleco y me cuenta que tiene lo último, lo que acaba de
estrenarse. Le explico que esas no las quiero porque se escucha hasta el
estornudo del de la fila de atrás y me contagia. “Yo vigilar no estornudo”
Todavía no he descubierto qué esconde tras el gorro de lana pero en cuanto lo
descubra, llamo a los de la grúa o a los de la hora, lo que sea con tal de que se
lo lleven y me deje en paz. No puedo más. ¿Por qué se me ocurriría comprar bajo
cuerda películas, si estoy contra los que trafican con los derechos de autor? ¡Con
el daño que hacen!
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