martes, 19 de mayo de 2015

POR CIENCUENTA CÉNTIMOS.







Ahora que tengo la moral por los suelos me persigue un nigeriano que vende dvd`s  bajo manga. Me parece que es lo que en la época de mi padre se llamaba “estraperlo”. Es que mi padre tenía su propia forma de llamar a las cosas. Por ejemplo llamaba  frizider a la nevera y aeroplano a los aviones, igual que yo llamo tomavistas a los proyectores de vídeo, y radio cassette a un artilugio que yace abandonado en mi cocina. Cada época tiene su forma de designar, por eso mi abuela antes de hablar anteponía el termino en mi tiempo.  No es que vagara por extrañas dimensiones en aquel momento, que tuviera que hablar en pasado como de una antigua vida, es que las cosas cambian tanto que hasta los conceptos se transforman. Pero a lo que íbamos, al nigeriano con los dvd´s me lo encuentro cuando voy a comprar el pan, lleva un gorro de lana aunque la temperatura pase de los treinta grados, también se cubre con un chaleco que por la forma y textura yo diría que es antibalas. Un día me vendió una peli en ruso y desde entonces no me lo quito de encima. El primer día que lo vi le dije que eso no se hacía. “Yo cambiar, no problema” dijo sin quitarse el gorro de lana. Desde entonces me trae la misma peli sucesivamente y en varios idiomas. Se llama Henar y me tiene harta. “Que no quiero películas”, le grito. “Estar bien la cinta, yo comprobar antes.” He tenido que  cambiar tantas veces el dvd que ya chapurreo el ruso y hasta algo de polaco. Sin embargo, desde entonces, nuestra amistad se ha afianzado. Me persigue por las aceras, por los andenes, por las vías y los parques para que le compre. Dice que si en vez de una, le compro dos, me rebaja 50 céntimos. “Una, tres euros; dos, cinco euros. Yo vigilar que esté bien”
Reconozco que a mí así se me gana. No creo que los estafadores de Fórum Filatélico o Afinsa estuvieran tan ufanos de su fechoría como yo cada vez que me ahorro 50 céntimos por comprar películas a granel. “Yo haber vigilar que sean en español”, me dice Henar.
Lloro mucho. Henar sabe cómo sacar la congoja de mis entrañas. Cuando las películas que me vende no tratan sobre una chica que le diagnostican Alzheimer, tratan sobre los padres de un niño desahuciado. “Henar, que no estoy yo para eso” “Ver bien, yo vigilar que no esté en ruso.” Que no quiero películas tristes, ni en ruso ni en croata”. “Mira, tener de vaqueros, detectives, francotiradores, comedias”, me explica mientras se desabrocha el chaleco antibalas y despliega su mercancía. No me suena ninguna y le digo que otro día. Se vuelve a colocar las pelis y el chaleco y me cuenta que tiene lo último, lo que acaba de estrenarse. Le explico que esas no las quiero porque se escucha hasta el estornudo del de la fila de atrás y me contagia. “Yo vigilar no estornudo” Todavía no he descubierto qué esconde tras el gorro de lana pero en cuanto lo descubra, llamo a los de la grúa o a los de la hora, lo que sea con tal de que se lo lleven y me deje en paz. No puedo más. ¿Por qué se me ocurriría comprar bajo cuerda películas, si estoy contra los que trafican con los derechos de autor? ¡Con el daño que hacen!


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