sábado, 2 de enero de 2016

POLITICOS

                                    






La verdad es que me siento un poco avergonzada de mi país. Si pudiera saldría a la calle con un velo negro que me cubriera el rostro, como las viudas de antaño. Y todo por el espectáculo que nos están dando los políticos. “No nos engañan, nos están demostrando de lo que son capaces, antes, incluso de empezar”, le cuento a la que me pone uñas de mentira. “Sabemos que no les importa un pimiento España y que en lo único que piensan es en ellos mismos, en su ego, quieren gobernar caiga quién caiga. ¡Qué vergüenza!”
Ella me mira con cierta ternura, como condescendiente, y me cuenta que si en su país hubiera salido a la luz  la cantidad de  corrupción que ha salido aquí, si llegan a sacar en el periódico desde el año 2004 (que se dice pronto) los tejemanejes millonarios y las tramas corruptas, habría muertos por las calles. “Miles de muertos”, confirma elevando las cejas y poniendo una capa excesiva de gel rosado sobre mi uña.
Se llama Jaqueline y es colombiana. Pienso en Pablo Escobar y reconozco que a tanto no hemos llegado. Me intereso por ese hombre y me dice que su hijo ha escrito un libro sobre la vida del narcotraficante. Cuando regreso a casa busco en la wikipedia y me entra el canguelo. Busco su foto. No tiene cara de malo, esa es la verdad, pero la que montó fue muy fuerte. Lo que me llama la atención es que toda su lucha estaba en que no hubiera extradición de narcos a EEUU, porque es de los pocos países en los que las condenas se cumplen a rajatabla y hasta el final.
Ahora me he enganchado a la serie sobre Escobar y he llegado a mis propias conclusiones: Esto es incuestionable: si eres malo, lo debes ser hasta la médula, no te tiene que temblar el pulso al matar, robar, extorsionar y atacar a familiares, amigos y conocidos. Un hombre así tiene todas las de ganar. ¿Cómo enfrentarse al mal?
Me acuesto alterada y sueño con un neandertal engañando a un australopiteco, ofreciéndoselo a un mamut por cuatro perras, y me pregunto si nosotros somos los herederos de los que se salvaron. Los que lo hicieron, por fuerza, tenían que ser los peores, los que no tenían conciencia ni moral. Y ya no hablo del “erectus”, menudo debía ser el tío. No imagino a un prehistórico de los que protegen a las mujeres, ancianos y niños sobreviviendo en el pleistoceno (para entendernos, paleolítico medio), con lo peligroso que debía ser todo entonces.
Me despierto muy alterada. Me he comido todas las uñas de pega que  Jaqueline me había puesto mientras me hablaba de los muertos en las carreteras, en los andenes, en los ascensores, en las vías de tren.
No, es cierto, aquí no se nota mucho el peso de la ley, aquí campan a sus anchas  todos los delincuentes conocidos y por conocer, pero por ahora no hay muertos en las cunetas, aunque lo de cumplir las condenas integras no me parece una mala  idea. Vamos, digo yo



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