martes, 12 de enero de 2016

¿Y AHORA QUÉ?

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En el 15 M nos acercábamos con ilusión a la Puerta del Sol para ver cómo el pueblo se rebelaba, unidos por el simple deseo de no tolerar la avaricia ni la corrupción. La mayoría nos negábamos a aceptar el descomunal beneficio de quizá tan solo un 1 por ciento, frente al deterioro y empobrecimiento de un 99 por ciento. No estábamos dispuestos, lo imposible podría hacerse posible y ese era el ideal que los indignados llevaron a la Puerta del Sol, y fueron seguidos en muchas ciudades. No había líder, procedían de diferentes credos, diferentes razas, religiones y creencias, unidos tan solo por el rechazo a lo que ocurría a nuestro alrededor. Cada uno quería derribar una barrera, que variaba según el lugar y las circunstancias, pero todos buscaban una comunidad mejor, menos tolerante con la inhumanidad. Se trataba de poner fin a todo el sufrimiento que se arrastraba. Era necesario derribar esa muralla que suponía el fin de la injusticia, crear un mundo nuevo y mejorado. Se encontró la fuerza en la calle, pero se ha demostrado que la terea de los indignados es fácil en el derribo pero no en diseñar y construir. Todos mirábamos con el aliento contenido ese espectáculo de rebeldía, y hoy nos encontramos con que alguien ha cogido el timón y lo ha hecho con todo el resentimiento de que es capaz. Su primera medida: colarnos el odio mientras nos afanábamos contra la corrupción, contra la avaricia de los bancos, contra la falta de justicia e impunidad. Mientras pedíamos justicia social, nos colaban sibilinamente el recuerdo de una guerra que lejos de avergonzarlos, como nos debería avergonzar a todos, los enaltece. El cambio de nombres de las calles, el ateísmo recalcitrante y agresor. Si hubiéramos sabido que aquellos a los que admirábamos por su coraje para luchar por la dación en pago y por la justicia, lo primero que harían al llegar al poder sería revolver el odio, vestir a los Reyes Magos de Merlín el encantador, o crear unas Reinas Magas para mofarse de unas ideas que ni les van ni les vienen, que esa valentía y fuerza que nos enamoró, las tomaron prestadas unos cuantos para desmembrar España y volver a alentar el odio de nuestros abuelos, no hubieran obtenido tanto apoyo. Nos han vuelto a engañar y una vez más hemos vuelto a caer: “No era eso, no era eso”, dijo Ortega. No sabíamos que la justicia social que buscábamos se iba a traducir de nuevo en un enfrentamiento, ni en la separación de nuestro pueblo, ni en el odio africano a unas creencias.
Queríamos evitar que se vendieran viviendas sociales a fondos buitres, queríamos tantas cosas y soñábamos tanto, que no nos dimos cuenta de qué era lo que nos iban a dar a cambio. Me gustaría que no se pusieran de acuerdo, que no llegaran a lograr pactos y que se repitieran las elecciones, porque se iban a llevar una gran sorpresa. Me gustaría que vieran que han jugado con la buena voluntad de un pueblo que necesitaba mano dura; pero no odio, justicia; pero no separación, laicismo; pero no mofa. 

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